sábado, 13 de febrero de 2021

Kings in time, escena 6: El geranio.

 

A la tarde siguiente Sam paseaba camino de la panadería. No se consideraba una persona especialmente vulnerable en lo que a adicciones se refería, de hecho llevaba una vida muy sana, pero le perdía la repostería tradicional. Nada de bollos embolsados ni pastas saturadas de azúcar. Lo suyo era la artesanía dulce. Por eso acudía a una panadería que estaba en la otra punta de la ciudad ya que allí se cocinaban las delicias más deliciosas en varios cientos de kilómetros a la redonda. Además de que la repostera era una de las mujeres más bellas que Sam hubiera conocido y eso, teniendo en cuenta su dilatada carrera en el cine de adultos, era decir mucho. Pero ese día no iba a ser un paseo normal.

Justo detrás de Sam caminaba un hombre extraño, misterioso, enigmático, espectral, intrigante, tenebroso, inescrutable…

El Agente Especial, que era así como se daba a conocer el perseguidor de Sam, caminaba detrás de él esperando el momento perfecto para atacar. En sus amplios bolsillos llevaba un algodón empapado con cloroformo, una jeringuilla con un suero paralizante, bridas, esposas y otros instrumentos de secuestro express; cerca de él, un vehículo misterioso avanzaba despacio, dispuesto a evacuar a secuestrado y secuestrador en el momento oportuno.

Repentinamente y sin previo aviso Sam se apartó de la calle principal para meterse en un callejón estrecho y poco transitado. El Agente Especial sonrió para sus adentros ya que sonreír para afuera no era algo propio de un profesional como él, y entró en el callejón dispuesto a abalanzarse sobre el desprevenido hombre. Pero cuando giró la esquina Sam no estaba allí. Tras el desconcierto inicial oyó un sonido mas arriba y al levantar la cabeza se encontró con una maceta de descendía en línea recta desde un balcón del cuarto piso en el que asomaba la blanca sonrisa de Sam. En el momento en que la maceta llegó a su cráneo todo se volvió oscuro y doloroso.


 

Sultán caminaba en círculos, nervioso, alterado, enfurecido… De vez en cuando levantaba la vista y miraba a sus tres mejores hombres, los cuales estaban sentados en sus respectivas sillas esperando a que el líder dijera algo. Samuel, con la cara hinchada, Ramiro, vendado de arriba abajo y el Agente Especial con un collarín y una maceta con un geranio en las manos, esperaban.

-Así que te tiró una maceta… -dijo Sultán.

-Ésta concretamente –respondió el afectado por su caída.

-Y no había forma física de que ese hombre alcanzara el cuarto piso. ¿No es así?

El Agente Especial asintió mientras acariciaba al maltrecho geranio.

-Está claro que no nos enfrentamos a personas normales –continuó Sultán. –Son profesionales. Quizás agentes de élite en sus respectivos países que han acabado juntos y ahora son intocables… Está claro que no podemos vencerles en su propio terreno pero… -hizo una pausa dramática y luego prosiguió -…puede que no sean tan valientes si juegan en nuestro campo.

-¿Vamos a retarles a un partido de fútbol? –Preguntó Ramiro.

-No. Vamos a invitarles a venir aquí y cuando crucen estas puertas… -una risa maliciosa se dibujó en el rostro de Sultán y otro rayo inesperado iluminó el cielo -… como me llamo Caius Vibus que no saldrán con vida.

Nota aclaratoria: El viajero en el tiempo casual

Aunuqe no aparecía en la versión bloguera de "El incidente de Belén", cuando llegó el momento de publicar el relato en papel decidí introducir a un nuevo personaje. Quería dar un toque de humor presentando a un pobre granjero maltratado por la vida y que no dejaba de ser humillado (aunque de forma involuntaria) por Melchor. Si habéis leído esta segunda versión,  recordaréis que Caius Vibus se quedó en el pasado cuando iba tras los tres reyes de oriente, ahora renombrados Hassan, Sam y Cheng, justo en el momento en que éstos desaparecieron en el tiempo y el espacio, viajando hasta la actualidad.

¿Y porqué ahora aparece en el presente Caius Vibus en el papel de Sultán? Muy sencillo. Porque en realidad estaba prevista una tercera edición del relato original en el que el pobre granjero viajaba por accidente al presente en el último momento y ahora, al descubrir la identidad real de los tres inmigrantes, clamaría venganza.

Tras aparecer en la época actual, tan solo unos años antes del momento en el que ha comenzado este capítulo, Caius Vibus necesitó de toda su templanza y concentración mental para adaptarse a los nuevos tiempos, en los cuales se negó a seguir siendo el anodino siervo de nadie y aprovechando su experiencia en el abuso a los débiles y el modus operandi de los grandes líderes que siempre le habían subyugado, se hizo malo, creó una poderosa organización criminal tal como se ha podido leer mas arriba y se cambió el nombre.

El encuentro de sus hombres con los tres extranjeros fue casual, es cierto, pero las habilidades sobrehumanas de éstos le llevaron a la cierta conclusión de que por fin se había encontrado con sus antiguos rivales, Melchor, Gaspar y Baltasar.

Había llegado el esperado momento de la venganza y ésta no se haría esperar. Se sentó frente a su máquina de escribir Olivetti y comenzó a teclear con furia mientras una maliciosa sonrisa asomaba en su rostro. Otro relámpago iluminó el cielo. Parecía que iba a haber una tormenta eléctrica.

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