lunes, 29 de julio de 2013

La chica de las curvas (un relato tan real como incierto)



 Regresaba a casa con mi camión una noche de finales de otoño-principios de invierno, con algo de prisa por las horas que se me habían hecho cuando la vi. Estaba acurrucada junto al tronco de un algarrobo, resguardándose del frio y me miraba con ojos tristes; Supe al instante que no era una prostituta, por sus ropas y su actitud, y aunque no suelo subir autoestopistas, la certeza de que no iba a intentar cobrarme nada me tranquilizó.

Aqui vemos la foto de... uy no, me he equivocado.
Subió al camión sin decirme nada, solo regalándome una mirada agradecida y permaneció en el asiento en la misma postura en que la ví. Era una chica delgada, pequeña, de piel pálida y ojos grandes; su cabello era liso y oscuro y su ropa, que parecía completamente descolorida era más propia de una noche de verano que de ésta época del año.
No soy una persona habladora, pero en un caso así había que decir algo y fue lo típico: Que si que frio, que de dónde eres, que a dónde vas, que si quien crees que es más fuerte,  Hulk o Thor… pero ella no dijo ni mu. Comenzaba a darme mal rollo la chavala y estaba deseando llegar a la autovía para bajarla del camión con la excusa de que los camiones no podemos llevar pasajeros y tal cuando habló.
“Lleva cuidado.  En esa curva me maté.”

El mal rollo que me entró solo era comparable al mal rollo que daba la curva que dibujaban los faros en la oscuridad. Agarré el volante con fuerza, activé el intarder y comencé a frenar con suavidad a la vez que gritaba “¡Noooooooooooo!” con todas mis fuerzas. Entré en la curva deprisa, pero bien, y logré superarla sin estrellarme. Pero ahora venía lo peor. Ahora tocaba girarse hacia el asiento del copiloto y comprobar con espanto que la chica había desaparecido. Pero no. Allí estaba, mirándome con esos ojos enormes y profundos como pozos a un abismo insondable e incomprensible. Se me ocurrieron mil cosas que preguntarle pero solo alcancé a emitir una especie de gemido ridículo, aunque ella pareció entenderme y habló de nuevo.
“Perdona, me había equivocado. Ésa es la curva en la que me maté”

Esta era la foto que yo quería poner.
Otra curva se acercaba y la señal de advertencia estaba semioculta entre la maleza. Intarder otra vez, dos marchas menos y un desgarrado “¡Naaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!” de mi garganta. Otra curva superada con éxito y allí seguía ella, mirándome sorprendida. Me picaba la garganta pero esta vez pude hablar. “Pero vamos a ver… ¿No sabes en qué curva te mataste o qué?” Y ella se excusó diciéndome que era muy de noche y llovía y que a lo mejor la siguiente… o la otra. Pasamos tres curvas, dos cambios de rasante y un zigzag pero nada, que no le venía a la cabeza. Me hizo girar en una rotonda y volver atrás a ver si en el otro sentido le venía a la memoria pero no.

 Al final llegamos frente al algarrobo otra vez. “Bájate” le dije tajantemente, y ella protestó diciendo no sé qué de advertir a los demás y encontrar la paz y algo de una condena eterna o no sé qué pero yo ni caso "Bájate o te bajo yo" le repetí muy serio y allí se quedó, mirándome desde el árbol con esos ojos terribles que parecían capaces de absorberte el alma mientras yo me alejaba otra vez maldiciendo el tiempo que me había hecho perder con sus tonterías. La próxima vez subo a una prostituta, que esas si saben a dónde van y cuando bajarse.



4 comentarios:

  1. No sé qué me inquieta más del relato, la chica del más allá o que te plantees subir a una prostituta, la verdad...

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  2. Muy bueno. Me hubiera reído en voz alta al leerlo, pero ahora mismo no puedo hacer ruido.

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  3. Gracias por vuestros comentarios. Y Artus, no te aguantes la risa que es malo; puede salirte una hernia de algo.

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