lunes, 29 de abril de 2019

De tertulias literarias e infusiones orientales



Últimamente me llaman para muchas cosas raras. Esta vez se trata de una "Tertulia literaria" que se celebra periódicamente y que reúne a varios escritores de la zona para charlar sobre literatura, como no. La verdad es que no suena especialmente emocionante, pero he aceptado asistir por eso de no verme excluido de futuros eventos, hacer contactos y por qué no decirlo, que me inviten a una infusión.

Llego al edificio que está situado en el centro del pueblo; un antiguo casino reconvertido en espacio multiusos que incluye un bar, un pequeño cine y múltiples salas misceláneas, todo ello rodeado por una zona arbolada que le da al lugar un ambiente de aislamiento y atemporalidad. Me dirijo a la sala indicada, una habitación rectangular repleta de tapices y descubro que a pesar de mi puntualidad, soy el último en llegar. Hay media docena de señores, todos hombres y también mayores que yo, sentados alrededor de una mesa antigua y tomando pequeños sorbos de cafés y manzanillas.

Todo tiene un aire rancio. El olor de madera vieja de las sillas, los tapices, las ventanas estrechas y alargadas que llegan casi a los techos altísimos... Y mis compañeros de tertulia también parecen haber salido de otras épocas. Ttrajes de color marrón, zapatos de charol, relojes de bolsillo... El más modernillo lleva un jersey de cuello vuelto y unas gafas con montura metálica. Cuidado. Me miro y no sé si encajo con mis deportivas Paredes, mi camiseta blanca y unos tejanos algo gastados pero que me gustan por como me marcan el paquete. Siempre me he considerado un poco retro, pero estos tipos hacen que parezca que acabo de llegar del futuro en un delorean. Por suerte parece no importarles mi atuendo y comenzamos la tertúlia a la hora en punto que marca el reloj de la pared.

Comienzan hablando de la importancia de las humanidades frente a las ciencias políticas para lentamente ir hilvanando el tema con una comparativa entre las matemáticas y las letras. Me parece que la cosa toma una dirección interesante y la verdad es que me gusta tanto escucharles que decido no intervenir de momento y doy pequeños sorbos de mi té pakistaní con leche mientras miro de reojo la galletita que me han puesto y me pregunto si será de buena educación mojarla en la taza.
Mientras bebo y escucho me dejo llevar por la imaginación y cuando comienzan a tratar a los autores del romanticismo como Shelley, Scott o Poe yo me siento transportado a otra época en la que el talento y la miseria se daban la mano para crear obras inmortales que elevarían a autores ya fallecidos hasta el podio de los mitos. Después llega Lovercraft, Orwell y Kafka, los años avanzan a través del siglo veinte en busca de clásicos modernos y yo empiezo a intervenir tímidamente al sentirme más cerca de la literatura que conozco, pero algo cambia repentinamente el curso de la conversación.

Uno de los asistentes, un señor alto, con barba cana y el cabello corto de un negro azabache deja la taza de café en la mesa de forma deliberadamente brusca y dice:
-Milan Kundera es un autor sobrevalorado.
Su afirmación deja en silencio al resto de la sala. No estoy de acuerdo con eso pero cuando reúno los argumentos para explicarle que Kundera supo entender las relaciones humanas y amorosas como nadie hasta el momento, otro tertuliano, un hombre bajito y robusto, de unos cincuenta, le señala con el dedo y le responde:
-Tu puta madre está sobrevalorado, submnormal.
-¡Para sobrevalorado Calvino! -grita un tercero, ese del jersey.
-¡No te metas con Calvino que te reviento! -responde un cuarto
-Calvino siempre escribía el mismo libro pero cambiando los protagonistas -dice un quinto desde el rincón.
-¡Eso es porque no has leído "El castillo de los senderos que se bifurcan"!
-¡Calvino era un puto friki!
-¡Vas a morir por eso que has dicho!
Y de pronto el ambiente cambia totalmente. El defensor de Kundera se lanza encima del de la barba blanca pero éste, sin levantarse de la silla golpea con la punta del pie el canto de la mesa, volcándola y dándole en los dientes a su enemigo. El de Calvino aprovecha la confusión para arrojarle el té a la cara al del jersey, que grita mientras el té caliente le abrasa los ojos. Los gritos y las malas palabras van en aumento, el mobiliario comienza a hacerse pedazos y uno de los tertulianos arranca un tapiz, enrolla a otro con el y le sacude como si no hubiera un mañana. El de Kundera logra convencer finalmente a su contrario esgrimiendo un argumento tan sólido como una silla de roble que se rompe en su espalda y el del rincón al final se anima y lanza una patada voladora directa al cuello del que había criticado a Calvino. Cuando cae al suelo convulsionándose pienso que se lo merecía, por no saber apreciar a uno de los mayores autores del siglo pasado.

Cuando termina la batalla el salón está completamente destrozado. El mobiliario ha quedado reducido a astillas, excepto la silla en la que yo sigo sentado. La lámpara del techo ha caído al columpiarse uno para sacudir una doble patada en la cabeza de otro y uno de los ventanales ha desaparecido cuando el tipo que estaba en la esquina ha salido despedido por él. Ahora solo quedamos el de Kundera y yo, que todavía no me he terminado mi pakistaní.
-¿Y tu qué? -me dice sin poder ocultar la furia de su voz.
-Yo qué de qué -le respondo.
-¿Acaso no tienes nada que aportar a la charla?
-La verdad es que como es mi primer día no he querido participar tan activamente como vosotros.
-Ya veo... -responde. -¿No será que eres uno de esos escritores neutrales que leen al imbécil de Boris Vian?
Entonces apuro mi infusión, dejo la taza encima de donde debería estar la mesa, cayendo al suelo y haciéndose pedazos y me levanto lentamente. Le miro a los ojos, que los tiene inyectados en sangre y le digo:
-Boris Vian... es... DIOS!

Salgo del edificio con un sabor extraño en la boca. No sé si será la situación extraña de pasar la tarde con unos desconocidos, el té pakistaní que no estaba del todo bueno o la sangre del imbécil ese que no sabía apreciar la buena literatura del gran maestro Vian. En cualquier caso estoy contento. Es bueno pasar tiempo rodeado de cultura y conversaciones literarias en lugar de quedarse en casa viendo la tele, que solo ponen películas de tiros y violencia y luego pasa lo que pasa, que creamos generaciones de personas irascibles, impetuosas y agresivas. La importancia de las humanidades... ya lo han dicho ellos al principio.

9 comentarios:

  1. El de la barba blanca no será Vicente? Porque te puede reventar...
    Eres genial!!

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    1. Nunca convertiría en personaje de mis historias a una persona real que me puede ganar con tanta facilidad como Vicente.

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  2. No me vuelvo a perder una tertulia de esas🤣🤣🤣.... Aunque tenga que compartir mi gripe, igual es motivo para un personaje más

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    1. Los mocos y los viruses siempre son un añadido que se agradece.

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  3. reventaría a todos los tertulianos, porque no tendría mucho que decir. ;DDD debido a mi ignorancia literata.

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    1. Siempre puedes salirte con Dan Brown u otros subescritores de esos de moda.

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  4. Este relato me ha encantado. Ah, espero ¿que no era un relato? ¿Que era REAL?

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    1. Últimamente este blog no necesita de fantasía para funcionar.

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