jueves, 19 de enero de 2017

Una de paraguas






Me acabo de mudar. Todo es bonito porque puedo ir a todas partes a pie y saludar alegremente a mis vecinos y vecinas, algo totalmente imposible en mi antigua vivienda perdida en medio de un ignoto lugar árido y espeluznante. Salgo a comprar al mercado, el cual no está nada cerca pero me da igual porque así tengo más gente a la que decir “hola, buenos días, que el señor esté con vos” y otras formalidades, cuando empieza a llover. Pero no es una lluvia normal de esas que te mojas un poco y corres buscando los balcones y da hasta un poco de risilla; es una lluvia desesperada, letal, con gotas que son chorros que parecen querer destrozar todo lo que camina sobre la tierra.

Corro desesperado sin saber dónde meterme. El cielo se oscurece tanto que las farolas se encienden para apagarse de nuevo echando chisporrotazos un segundo después. Esquivo las chispas como puedo y cuando ya estoy a punto de entregarme a la muerte, veo ante mí la salvación. Una tienda de paraguas.

Paragüería reza su cartel y entro en ella completamente empapado salvo mi ropa interior que cuido de untarla en aceite de ballena cada vez que salgo de casa. Le pido un paraguas, el más barato, y me cobra diez euros. No está mal por salvarme el día. Pero cuando salgo fuera…

El sol brilla con tal intensidad que las calles prácticamente se han secado. No queda ni rastro de nubes y las mariposas revolotean alrededor de papeleras y señales de ceda el paso. Miro el paraguas aún sin estrenar y entro de nuevo en la tienda.

-Oiga disculpe. –le digo al paragüero (dícese del señor que fabrica y/o vende paraguas) –Que quiero devolverle este paraguas porque ya no me va a hacer falta.
-Aquí vendemos paraguas, no los adquirimos. –me dice muy serio y hablando en plural cuando está claro que este señor está solo en la vida.
-Ya pero es que se lo he comprado hace menos de un minuto y aún no lo he estrenado y… Ya no lo quiero.
-Déjeme ver… -dice el hombre mientras examina el paraguas con atención. –Está bastante nuevo. Le puedo dar cinco euros por él.
-Es que le acabo de dar diez. –protesto.
-Pero es un producto de segunda mano y no vendemos estas cosas aquí.

Echo un último vistazo a la calle donde la gente ya camina con camisetas de manga corta y come helados de todos los sabores imaginables y me encojo de hombros al darme cuenta de que la temporada de lluvias ha sido tan breve como suele ser. Acepto los cinco euros y le dejo el paraguas sobre el mostrador.

Cuando salgo a la calle el cielo está tan oscuro que parece que haya sido cubierto con una mortaja. La lluvia cae con tanta fuerza que levanta astillas de la acera y las calles se han convertido en torrentes imparables que arrastran vehículos y casas a su paso. Vuelvo a entrar en la tienda.

-Quiero un paraguas. Otra vez.
-Son diez euros.
-No, verá… Le acabo de comprar y devolver uno. Me he gastado diez y usted luego me dio cinco por él. Me gustaría recuperarlo por cinco euros más, de modo que yo me gasto diez y usted vende un paraguas y aquí no ha pasado nada.
-Es que un paraguas nuevo vale diez. No puedo cobrarle cinco.
-Pero es que yo quiero el mismo de antes. El que compré y devolví.
-Aquí no vendemos paraguas de segunda mano. Se lo advertí en el anterior diálogo.
-(suspiro) De acuerdo. Tome diez euros, deme un paraguas nuevo y olvidemos que he estado aquí.

Con mi nuevo paraguas nuevo salgo de nuevo a la calle y el sonido ensordecedor del canto de los pajarillos me estremece. El sol brilla de nuevo y hace el mejor día que uno podría imaginar. Miro de nuevo a la tienda y el hombre está sonriendo. Aquí pasa algo raro, pero voy a dejarlo atrás. Me coloco el paraguas bajo el brazo y sigo mi camino hacia el mercado.

Pero pronto noto que la gente me mira mucho. Normal, llevando un paraguas en un día tan soleado. Parezco un friki. Me miran y se ríen, me señalan y se carcajean. Puedo ver sus bocas abiertas soltando aire de forma entrecortada, los espasmos de sus epiglotis, sus muelas enfundadas, empastadas y cariadas; puedo sentir sus nauseabundos alientos emergiendo de esas cuevas inmundas. No lo puedo soportar. Doy la vuelta y entro de nuevo en la paragüería. 

-Quiero volver a devolver de nuevo un paraguas. Está nuevo y sin usar. Deme mis cinco euros y me marcharé de aquí como si nada hubiese ocurrido.
-Está muy bien este paraguas… -me dice mientras lo examina. –Pero tenemos ya excedente de paraguas de segunda mano y no puedo darle más de tres euros.
-¿Tres euros, maldito miserable? –le grito perdiendo la paciencia. -¡Quédate con tu paraguas cochambroso!

Y entonces, invadido por un instinto salvaje y primordial, le atizo un golpe con el mango y el pobre hombre cae al suelo inconsciente. Espero unos segundos. Miro el mango doblado del paraguas y viendo que no se levanta del suelo, me asomo a mirar. El hombre está tendido en el suelo con un buen chichón en la frente y con una de sus manos todavía aferrada a una palanca oculta bajo el mostrador.
¡Examino la palanca!” grito en voz alta, pero como no sucede nada, la examino de verdad. Y es una palanca. Sin letreritos, sin indicadores, sólo arriba y abajo. Aparto la mano del dependiente de una patada y bajo la palanca. La lluvia empieza a caer con violencia. Subo la palanca y cesa de golpe. No sé qué es ni donde estoy, pero parece que acabo de descubrir algo totalmente trascendental para la humanidad. Bajo la palanca de nuevo y me pregunto de dónde vendrá realmente la lluvia. ¿Qué somos en realidad? ¿Es realmente la Tierra un planeta cobaya en el que señores infiltrados controlan y vigilan nuestras vidas? Sea lo que sea, ahora controlo el clima y por lo tanto soy uno de ellos. Pero la campanilla de la puerta suena y me sobresalto al ver entrar a alguien.

Se trata de un señor de cuarenta y tantos, bajito y muy mojado. Me dice que menuda suerte haber encontrado una tienda de paraguas en un día como ese. Y entonces me doy cuenta de que mi deber es hacer que se sepa la verdad, conseguir que el mundo entero sepa sobre la mentira que está viviendo, pero al final recapacito, me lo pienso mejor y le digo: “Son diez euros”.

PD: Esta entrada es un extracto de una idea que en mi cabeza quedaba muy chula pero una vez escrita… como que no. Así que aquí la dejo y no la leáis si no queréis.

4 comentarios:

  1. ¿Porqué dices que una vez escrita... como que no? Me ha gustado mucho. Lo mejor el "¡Examino la palanca!" 😂😂

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  2. Ya has dejado a un par de persona por el suelo a base de golpes... no se te da muy bien dialogar ¿eh?
    PD: está bien la entrada.

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  3. Si no la hubieras escrito, no la habríamos disfrutado los demás. Digna de figurar en un libro de relatos. ;)

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  4. Gracias a los tres por vuestros ánimos... No sé qué decir.

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