lunes, 1 de enero de 2018

Una de terapias alternativas.





Llego a la dirección indicada cuando ya ha caído la noche y me sorprendo al no ver ningún cartel en la entrada. Se trata de la puertecita de una pequeña casa de dos plantas con las persianas completamente bajadas. Miro de nuevo la nota arrugada que acabo de sacar de mi bolsillo y compruebo que efectivamente ese es el lugar. Dudo, pero el aire frío de la noche me impulsa a llamar al timbre. La única farola que ilumina ese sector de la calle parpadea y se apaga, como si fuera una señal de que algo anda mal.

La puerta se abre y entro a una especie de sala de espera poco iluminada. Huele fuertemente a incienso y a aceites, ocultando un ligero olor a sudor y orín. Hay silloncitos alineados contra la pared pero prefiero no sentarme y esperar de pie. Al poco, una mujer oriental embutida en un kimono oscuro aparece por el pasillo; es menuda y se mueve deprisa; me sonríe y sus ojos, apenas visibles, me examinan.

-Buenas taldes, usted sel…

-Capdemut –le respondo.

-Oh pelfecto, tu venil pol…

-Por eso de la acupuntura –le digo. 

-Oh si, pasa pasa a la sala.

Me acompaña hasta una pequeña habitación con una litera y estanterías abarrotadas de objetos en los que no logro fijarme. Reconozco que estoy un poco nervioso. Es la primera vez que utilizo este tipo de terapia, pero mi dolor de espalda es tan persistente que ya necesito probar cosas alternativas a los analgésicos y los masajes.

-¿Sel tu plimela vez? –Me pregunta casi leyendo mi mente.

-Si.
-¿Y que buscal? 

-Pues… He venido por el tema del dolor de espalda que…

-Ah dolol, pelfecto. Yo sel expelta en ello.

Por algún motivo no me siento cómodo con esa mujercita, pero sigo sus instrucciones, me quito la camiseta y me acuesto en la camilla.

-Tu tenel bonitos ojos –me dice mientras trastea con cosas de la estantería. –Y una buena musculatula abdominal.

Miro hacia abajo sorprendido pero me veo la barriga como siempre.

-Si. A ver si se van a doblar las agujas –le respondo tratando de parecer gracioso, pero ella no pilla el chiste.

La mujer comienza a sacar agujas de un blister y a realizarme tocamientos por partes estratégicas y a clavármelas por los brazos, los costados y la barriga. Duele, pero como he sido educado en una sociedad patriarcal en la cual los hombres somos el sexo fuerte y dominante, me reprimo de quejarme.

-¿Dolel?

-No mucho. Siento alguna molestia, pero no llega a ser dolor.

-Oh, tu sel un tipo dulo –me dice casi divertida. –Tu quitalte los pantalones.

La obedezco y comienza a clavarme agujas en los dedos de los pies, tobillos, rodillas y sigue subiendo. Dos lágrimas brotan de mis ojos y debido a la posición, se me meten en las orejas. La cosa se pone fea.

-¿Y ahola, dolel?

-Ahora un poco –le digo mientras pienso que “joder métete las agujitas por donde te quepan”.
Cuando termina de clavármelas pienso que mi tortura se ha acabado pero en lugar de eso, empieza la verdadera fiesta. Me pega una placa de metal en el costillar y con una pequeño taser, comienza a electrificar las agujas. Desconocía este método, pero con cada descarga me sacudo como un muñeco de trapo. No puedo reprimir más los gritos y ella parece satisfecha. No entiendo en qué me puede ayudar esta terapia tan chunga pero no puede durar mucho más.

-Esto ya estal –me tranquiliza ella. –Ya podel quital los calzoncillos.

-¿Quital que? –Le respondo en su lengua nativa.

-Calzoncillos. Yo claval agujas en testículos y glande pala final feliz. Tu espelal. Taldal un minuto.

Cuando la china sale de la habitación me levanto con tal salto que casi me estrello contra el techo y comienzo a arrancarme las agujas y a vestirme a la velocidad del rayo. Me asomo al pasillo y éste está vacío, con lo que salgo a la carrera y compruebo con alivio que la puerta de la calle está abierta. Salgo y dejo que el frío nocturno me abrace, como una madre protectora, como las olas a la arena. 

Miro a la pequeña puerta detrás de mí y me pregunto donde cojones me he metido. Ahora solo me queda darle las gracias al que me recomendó este sitio, a poder ser con los puños cerrados y los dientes muy apretados.

Así me veia yo de quedarme un rato mas en esa sala.

3 comentarios:

  1. Me pregunto a qué se refería con "final feliz".

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    1. Si quieres te paso la dirección y luego ya nos cuentas.

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  2. Seguro que consiguió que olvidaras el dolor de espalda... objetivo conseguido, aunque fuera mientras pensaba en la venganza

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