sábado, 10 de marzo de 2018

De distopias y bollitos rellenos





Dicen que caminar es uno de los ejercicios mas sanos que existen, además de uno de los grandes placeres infravalorados de esta vida; es por ello que yo añado que si a la vez que caminamos nos comemos un buen pastelito de chocolate, mejor que mejor. Y fue a causa de esta filosofía que ayer mismo mientras regresaba de una de mis peregrinaciones a librerías para comprobar que mi libro definitivamente no se vende, me topé con una panadería que me llamó la atención. En su interior se exhibían cual prostíbulo del azúcar, dulces de toda índole y forma. Atraído por el aroma a hipoglucemia entré y de entre toda la variedad (cruasanes, pasteles, bollos, rosquillas…) me fijé en un pastelito no demasiado grande pero recubierto con una fina capa de chocolate. Me gustó pero no me precipité, si no que le pregunté a la bella dama de detrás del mostrador cuales eran sus características.
-¿Lleva chocolate también por dentro, o SOLO por fuera? –le dije dejando claro que no aceptaría un bollo sin chocolate por dentro.
-No, don caballero lleva solo por fuera– me respondió ella un poco asustada pero sin perder la exquisitez de su educación-, pero puedo rellenarlo.
-¿Cómo?
-Rellenarlo.
-¿Así de fácil?
-Claro. Esto es una repostería y tenemos instrumentos diseñados especialmente para tal cometido –me explicó.
-En ese caso no veo porqué no deberías rellenármelo.

Y así la chica se hizo con el bollo señalado sabiamente por mi índice, que es mi dedo mas goloso y experto en el tema y se lo llevó hacia dentro, pero antes de que desapareciera por completo le pregunté si podía acompañarla a presenciar tal milagro a lo que ella, tras mirarme de arriba abajo y seguramente verme demasiado débil e incapaz de hacerle ningún daño, accedió.

La máquina de rellenar bollos recordaba a un telescopio gigantesco adosado a un depósito de chocolate líquido a una temperatura diez grados superior a la ambiente. Su parte superior rebasaba el techo de la sala, que se abría en una cúpula acristalada desde la que se veía Casiopea de una forma bastante clara para ser media tarde y la inferior terminaba en un émbolo que supuraba chocolate. Ese extremo fino como una aguja de anestesiar cabras silvestres para sus habituales chequeos veterinarios se introducía en una cápsula estanca a baja presión en la que la chica depositó el bollo listo para la rellenación.
-Métete en la sala de seguridad y colócate las gafas de seguridad, los guantes de seguridad y la bata de seguridad –me dice casi como una orden. Parece que se ha puesto seria.
-¿Si todo era de seguridad porqué lo has dicho tantas veces en lugar de poner comas? –trato de bromear con ella para distender los ánimos.
-Porque tengo mala ortografía hablada –me responde mientras acciona los mandos del dispositivo.
La máquina empieza a emitir sonidos y a activar paneles y medidores. El depósito comienza a burbujear y lentamente el chocolate desciende desde la parte más alta hacia el punto estrecho del aparato. El bollo comienza a adquirir una forma mas redondeada.
-¿Está bien así? –me pregunta – Este es el nivel de relleno estándar para un bollo de estas características y supone la ración recomendada por todos los especialistas.
-¿Se puede mas?
-Si, pero…
-Pues dale caña al émbolo, nena.
Mis palabras parecen devolverle el humor y acciona una palanca que hace que de la parte superior unas turbinas dejen escapar sibilantes chorros de vapor. El chocolate se introduce en el bollo que cada vez está más terso y brillante.
-He duplicado la cantidad de relleno –me dice satisfecha. –Cualquier nutricionista a la vista de este bollo se vería obligado a huir al máximo permitido por su movimiento y de no poder escapar, sería destruido.
-¿Se podría mas?
La chica se queda en silencio, me mira a través de los cristales empañados de sus gafas protectoras y me sonríe.
-Quizás otras reposteras no podrían, pero yo puedo intentarlo.
-Hazlo o no lo hagas… -comienzo a decirle.
-…pero no lo intentes –termina ella.
Levanta un panel cubierto con una tapa con señales de advertencia y comienza a accionar conmutadores. Una serie de luces se encienden una tras otra creando una línea cromática preciosa y la máquina vibra violentamente. El zumbido inunda la sala mientras el bollo se hincha peligrosamente.
-Ponle un poco mas y ya está –le digo.
-¡Que! –grita ella entre el ensordecedor ruido del chisme.
-¡Que le pongas un chorro mas y ya estará bien!
-¡De acuerdo, pero si nos pasamos podríamos crear un agujero neg…

Y de pronto la realidad se pliega sobre si misma, el tiempo se desvanece y la galaxia entera es absorbida con la implosión del bollo, que colapsa el tejido espaciotiempo con su densidad chocolatera. Todo se va a tomar por culo excepto yo que en mi cámara de seguridad contemplo como el universo se desintegra y reintegra de nuevo, expandiéndose a una velocidad de vértigo y volviendo a tejer la realidad ante mis sorprendidos ojos.

La repostera me entrega mi bollo con un relleno ridículo y le pago. Salgo a la calle y no tardo en darme cuenta de que la realidad ha cambiado. Banderitas en los balcones, gentes absurdamente felices llevando camisetas blancas atadas al cuello… No es apreciable en la calle, pero cuando llego a casa y pongo la tele es cuando descubro la diferencia. El mundo tal y como lo conocía ha sido desintegrado y retransformado en un presente distópico en el que los humanos no eligen a sus lideres entre los mas cualificados inteligentes y capaces si no todo lo contrario. Los discapacitados que gobiernan el mundo en esta realidad son aplaudidos y vitoreados incluso cuando toman  las decisiones más absurdas, injustas y retrógradas posibles. Las escasas personas que se libran de tal característica luchan en vano contra los grandes medios, los cuales los vilipendian y les sofocan con titulares absurdos pero que parecen calar en la gran población idiotizada, que ve con buenos ojos que metan en la cárcel a los artistas y opositores al régimen que ellos mismos han elegido. 
Definición gráfica de la realidad social.

No sé donde iremos a parar… aquí a cualquier cosa lo llaman relleno.





4 comentarios:

  1. Enormérrimo el final. Me ha encantado.

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    1. Grácias. A ver que tarda la policía del pensamiento en detectarme y venir a por mi... Si veis que no actualizo en unas semanas, borrad el historial del navegador y decid que no me conocéis.

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  2. Y el chocolate de fuera, era "founde" o bombón??
    Es muy importante, para saber cómo volver al mundo original y no caer en otro dónde gobierne... Digamos...

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    1. El de fuera era crocanti de ese. El que se seca rapido. Pero creo que es irrelevante.

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