miércoles, 25 de abril de 2012

Por un puñado de olivas (Paternidad parte 16)

A mi hija le gustan las olivas más que nada en el mundo y yo, para demostrarle que soy un buen padre, siempre le coloco algunas, debidamente troceadas en las ensaladas que le hago. Ella lo agradece saboreándolas con deleite y yo me siento orgullosos y feliz. Pero el otro día no teníamos olivas y ella me pidió una ensalada; Cuando se la presenté se puso a buscar las olivas y tuve que explicarle que no teníamos olivas. Ella lo comprendió, me miró y me dijo con su dulce vocecita: “No hay olivas… otro día si.” Sus palabras, tan comprensivas tras la decepción sufrida me atravesaron el corazón y puedo jurar, que en ese momento habría matado a cualquiera por un puñado de olivas sin hueso

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