martes, 11 de febrero de 2014

De zombis que bostezan y tronos que aburren

Anoche lo volví a intentar. Haciendo zapping me topé con "The Walking Dead", serie de éxito que está en boca de todos y que si no te gusta es que eres gilipollas, y decidí verla... Otra vez. Y no pintaba mal; los zombis estaban bien hechos y los supervivientes iban sucios y piojosos, pero... Algo falla ahí.
La primera vez que traté de ver la serie me tiró para atrás (más concretamente hasta encontrar el mando y poder quitarla) el hecho de que sus protagonistas en algunos momentos parecían olvidar que el mundo entero había sucumbido a una invasión zombi; Que si tu ya no me quieres, que si volvamos atrás que me he dejado a ese abuelito desconocido abandonado, que si estos pantalones no van con esta camisa... No sé. Pude ver tres o cuatro episodios de la primera temporada hasta que me dí cuenta de que eso ni eran zombis ni nada.
Y anoche lo volví a intentar (¿Lo había dicho ya?) y resistí unos diez minutos de cháchara hasta que me di cuenta de que esos personajes, lejos de endurecerse e insensibilizarse en un mundo tan hostil como ese, seguían siendo unos sensibleras de mierda. ¿Y a alguien debería importarle mi relación con esa serie? Pues si: A mi. Por que llega un momento en el que no sé si estoy contra el mundo o si es el mundo quien está contra mí; que a efectos practicos viene a ser lo mismo.

Otro caso practico es el de "Juego de Tronos", un libro-serie aparentemente interminable que, aunque lo sigo en su faceta televisiva, cada vez me recuerda más a una telenovela venezolana, solo que cambiando a Luis José de Los Santos y a Maria Encarnación de las Carmelitas por nombres como Baratheon, Lannister o Targarian. ¿Como? ¿Que en juego de tronos hay muertos andantes y dragones? Ya ves tu, para lo que hacen... Porque seamos realistas. Aunque todo el mundo se queja de que los personajes principales mueren con demasiada facilidad, allí siempre están los mismos soplagaitas y la acción se resume en los últimos sesenta segundos de cada episodio.

Pero no solo me pasa con la televisión y el cine. Aquí y allá me encuentro con discos que al escucharlos pienso "Jo, lo que habría flipado con estos cuando tenía 20 años", libros que me inducen al sopor más absoluto aún sabiendo que me habrían apasionado en mi juventud y superhéroes de cómic que me emocionaban antaño y ahora me dan pena.

Y entonces... ¿A dónde quiero llegar con tanta cháchara? Pues a la inevitable e irrevocable conclusión de que me estoy haciendo viejo y por ello no logro entender como a los demás les gustan todas esas mierdas que echan por la tele.

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