jueves, 10 de abril de 2014

De numeros impares y balones prisioneros

A estas alturas del blog ya he hablado muchas veces de mis experiencias con el deporte en general (aqui por ejemplo) y más concretamente con los gimnasios (aqui), por lo que un lector soso y acostumbrado a otros blogs más mejores podrá pensar que ya está todo dicho y el tema cerrado. Pero no. Ya veréis como tengo razón.
Dos de las seis chicas (las mas feas, por cierto)

Y es que mi estancia como usuario de gimnasio fué breve pero me dejó varios momentos dignos de mención, como aquella vez que seis (si, seis) chicas (si, chicas) me pidieron que jugara con ellas (si, jugar) al balón prisionero (si, prisionero). Y a pesar de que pensar en ser prisionero de juego de seis chavalas puede parecer una gran experiencia a priori, la cosa no resultó tan agradable.

Era primera hora de la tarde y yo estaba durmiendo la siesta encima de una bicicleta estática como todas las tardes hacía; elegía esa hora porque era cuando había menos gente y así veía menos penes en el vestuario cuando se me acercaron seis chicas que querían jugar al balón prisionero (juego que yo desconocía absolutamente) y necesiataban a un séptimo jugador para ser impares. Nunca he entendido demasiado de matemáticas, pero ver a seis muchachas lozanas vestidas con mallas y top pidiendome colaboración era demasiado para mi como para ponerme a discutir sobre numeros primos. Y las seguí.

El juego consistía en formar dos equipos que debían pasarse una pelota el uno al otro sin que el "prisionero", que era el jugador impar, interceptara el balón, en cuyo caso cambiaba su posición por la de quien hubiese perdido el balón y así sucesivamente hasta el infinito. Y como yo era el añadido, decidí ejercer de prisionero y me situé en medio. ¿Y qué podría decir? Las chicas saltaban, se pasaban el balón, tropezaban y sus pechos rebotaban por todos lados. Podría haberme concentrado en el juego, es cierto, pero la visión de tanta carne femenina en movimiento me impedía ver ni siquiera el balón. Estuvo bien, lo reconozco, hasta que comencé a cansarme; y cuando yo me canso me canso mucho, así de repente, y cuando quise darme cuenta apenas tenía aliento. Me esforcé por hacerme con el balón de una vez pero mi estado ya no me lo permitía y así pasé un tiempo indeterminado dando tumbos, saltitos ridículos y alargando los brazos buscando pelotas que solo estaban en mi mente. Al final me pisé la lengua y me caí, con lo que dieron por finalizado el ejercicio y nos marchamos a los vestuarios.
A ver quien es el guapo que se fija en el balón

Y por si no hubiese resultado un dia ya agotador y frustrante de por si, cuando me metí en las duchas con ellas se pusieron a gritar como locas y me molieron a palos.

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