jueves, 3 de abril de 2014

De teatros y pezones rosados

Hace muchos años, cuando todo el mundo era jevi, acudimos a un festivalillo de bandas locales a ver actuar a unos amigos. Como siempre, al tratarse del grupo más duro de la noche, dejaban su actuación para el final con la sana intención de que los no acostumbrados a los sonidos estridentes y los gritos desgarrados pudiesen marcharse del lugar sin perderse nada más. Y como no, el aburrimiento hacía mella en nosotros esperando a que terminaran de tocar todos los mojigatos de la noche y llegara nuestro turno de desempolvar la melena a base de giros de cuello, empujones y codazos.

Pero cual fué nestra sorpresa al descubrir, después de la actuación del penúltimo grupo, que dos jóvenes del pueblo iban a hacer una performance. "¿Una qué?" Nos preguntábamos unos a otros sorprendidos. Y así averiguamos que era una especie de teatrillo semiimprovisado, generalmente cargado de crítica social a base de metáforas y recreaciones de algo habitual. "¿Una qué?" Volvimos a preguntar. Y así, mientras el escenario era tomado por una muchacha (de muy buen ver, hay que matizar) y un tipo (neutral), nos dirigimos a la salida para tomar un poco el aire antes de que el concierto comenzara.

Y allí estábamos, caminando despacio con el tintineo de las hebillas de las chupas, las muñequeras de pinchos, cinturones de balas y las calaveras de niños mientras pronunciábamos frases sabias del tipo de: "Bah, teatro... Casi en el siglo veintiuno que estamos... Menuda tontería... Donde esté una buena pantalla de cine..." Hasta que, una vez fuera,  llegó a nuestros oídos endurecidos por los dobles bombos y los chillidos imposibles el rumor de que la pareja del escenario se estaban desnudando. Los dos. Y nuestros cerebros repletos de calaveras, espinas ensangrentadas y dragones escupiendo fuego comenzaron a formar una imágen de la chavala tal como dios la trajo al mundo mientras nuestras piernas nos impulsaban, casi sin darnos cuenta, de nuevo hacia el escenario. Pero al parecer todo el mundo había pensado lo mismo ya que de pronto nos vimos sumidos en una vorágine de gentes venidas desde todas partes del pueblo que corrían, se pisoteaban y se golpeaban para llegar al lugar a tiempo. Y así, entre codazos, mordiscos, insultos y otros comportamientos antisociales nos abríamos paso entre una multitud enloquecida como ratas atrapadas en un incendio mientras se oían frases como "Que bonito el teatro... Hay que conservar ese arte a toda costa... Apoyar a los actores amateur es la base..." Y a partir de ahí poco puedo recordar salvo un mar de brazos que al caerme se convirtieron en un bosque de piernas que me arrastraban cual corriente submarina de un lado a otro hasta que mi cabeza chocó contra algo. El escenario. Trepé lastimeramente haciendo acopio de mis últimas fuerzas y allí estaba. Él. Había llegado hasta el lado equivocado de la representación y sin fuerzas para continuar avanzando, solo pude estirar el cuello para ver como la chica acababa de desaparecer y todos se alejaban, satisfechos por la visión de unos pechos jóvenes y desnudos, dejándome solo, aplastado y derrotado frente al escenario vacío.

6 comentarios:

  1. No tengo palabras, este final es demasiado duro como para comentar nada más.... la existencia es cruel. Ya ni un concierto de colegas es promesa de una noche agradable. Malditas performances.

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    1. Gracias por comentar y por acompañarme en mi dolor. Ya hace años de eso, pero hay heridas que nunca cicatrizan del todo.

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  2. Falta alguna imagen relacionada con el tema y título de la entrada (si es posible mejor de la segunda parte)

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    1. Había pensado en lo de la imagen, pero luego lo pensé mejor y me dije eso de "Si yo no vi nada, que se jodan".
      ¡Gracias por comentar!

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  3. Hola, quiero presentarme. Yo era el chico de la performance. Me siento un poco marginado porque aunque me mencionas al final, mi papel queda totalmente olvidado por el de mi compañera de performance.

    En realidad así era siempre. Y ahora, tantos años después, veo que sigue siendo así. Nunca fui más que un pene olvidado, eclipsado por los encantos rosáceos de ella. Mierda de vida y de arte.

    En fin, has perdido un lector. Un saludo.

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    1. ¿Es que a quién se le ocurre desnudarse en un local abarrotado de tios junto a una guapa muchacha? Te mereces cualquier trauma que ello te haya causado.
      Gracias por no leerme más.

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