domingo, 9 de agosto de 2015

Me cago en... las gaviotas (Experiencia pajaril 1 de 2)



Como ya sabréis si seguís este blog de mierda, mi vida está llena de idioteces experiencias apasionantes que me gusta compartir con el mundo. Porque el camino es aprendizaje y la experiencia hay que compartirla y quien no llora no mama y viceversa… En fin. Y en un alarde de prepotencia vital y teniendo en cuenta que vengo de una tierra repleta de aves de toda índole, he decidido recopilar todas mis experiencias con pájaros (2 concretamente) para vuestro regocijo y jocundidad. Y allá vamos.

Tendría yo unos veinte años cuando mi amiga MJ comenzó a insistirme con que me hiciera voluntario del parque natural (véase PNDE) para beneficiarme de sus cursos de formación y participar en sus actividades. Con 20 años lo que yo quería era fo**ar y no aprender cosas, pero como lo primero no podía ser, me decidí y me apunté. Y una de las primeras actividades a realizar era un anillamiento de pollos de gaviota. “Guay”, pensé.

Y allí estaba yo el domingo por la mañana con el Sol apenas asomando sobre el mar, en un rincón inhóspito rodeado de marismas, esperando a recibir instrucciones de aquellos que sabían qué cojones hacíamos allí. Y las instrucciones consistían en lo siguiente:
Nos dividiríamos en dos grupos; el primero efectuaría un barrido en la zona de nidificación para conducir a todos los pollos hacia un corralito preparado para la ocasión; una vez atrapados allí, el segundo grupo (en el que yo estaba) iría cogiendo a los pollos para llevarlos hasta los veterinarios que les sacarían sangre y les colocarían una anilla en la pata. Fácil. ¿No? Pues no.

Esto es un pollo de gaviota.
La primera parte del plan funcionó a la perfección. Un grupo de personas con botas de goma hasta los sobacos caminando por la laguna y persiguiendo a unos polluelos que todavía no sabían volar, bajo la atenta mirada de sus progenitores que sobrevolaban en círculos la zona de nidificación. El problema llegó cuando fue mi turno de hacerme con el primer “pollo”. Y digo “pollo” porque cualquier parecido de esos pterodáctilos en miniatura con pollos propiamente dichos era mínimo. Los pollos de gaviota son seres enormes y horrendos que hay que agarrar con ambas manos y se defienden con picotazos y uñas afiladas como navajas de afeitar. Lo que tenía que ser un agradable paseo de cuatro metros hasta el puesto de los veterinarios se convirtió en una carrera desesperada por deshacerme lo antes posible del animal, que intensificaba su ataque al recibir el pinchazo; después devolverlo al agua e ir a por otro; y habían muchos; pero muchos muchos. Y todo ello bajo una incesante lluvia de mierda que venía desde un cielo cubierto por padres y madres cabreados con nosotros.
 
Observad la furia de su mirada
Cuando llevaba una veintena de pollos transportados, mis manos parecían hamburguesas crudas y mi habilidad de “esquivar cacas gigantes desde el aire” había aumentado casi 20 percentiles, y así seguí durante no sé cuánto tiempo más. Hasta que los pollos se acabaron y todos los valerosos voluntarios fueron a celebrarlo al bar mientras yo me iba directo a mi casa a desinfectar y vendarme las manos y maldecir para siempre a MJ por meterme en semejante experiencia.

Edito: Como nota curiosa, el anillamiento de gaviotas se realizó justo en el lugar que aparece en la foto del título del blog. Para que os hagáis una idea.

3 comentarios:

  1. Creo que si en vez de haberte ido a lamerte las heridas, hubieras ido a tomar las cervezas, habrían aumentado las posibilidades de conseguir el objetivo que tenemos con 20 años, que aún perdura con casi el doble.
    Estoy deseoso de ver la segunda parte. habrá que presionar al autor del blog, como a George R. R. Martin, para que saque el siguiente número.

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    1. Puedo aceptar que la gente lea este blog, pero no que me comparen con semejante gordaco.
      La segunda parte ya está escrita y su publicación está programada (eso que aunque te mueras, se pone sola) para un día de esta semana que ahora mismo no recuerdo.
      Atentos todos al blog.

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    2. Siento la comparación.
      Yo te veo más como terminator, pero no veo al amigo Arnol escribiendo un blog.

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