Hay días
en los que es mejor no amanecer; en los que es mejor rodar que caminar; en los
que caerse es la mejor excusa para ya no tener que levantarse.
Hay
días en los que el caos se apodera de la razón; en los que las palabras no
significan nada; en los que las disculpas carecen de sentido.
Hay
días en los que los tonos de gris solo son cenizas; en los que la luz brilla
menos; en los que las sombras son más oscuras.
Hay
días en los que solo merece la pena esperar a la noche; en los que el tiempo
transcurre despacio; en los que el viento sopla con pereza.
Hay
días en los que un siempre dura un segunda; en los que el nunca se vuelve
permanente; en los que un nada lo significa todo.
Hay
días en definitiva, que merecerían no haber sido vividos, o al menos, no ser
recordados.
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