-Mamá.
Estoy muy preocupado porque mañana tengo un examen DECISIVO para mi futuro y mi
vida y no confío en mi viejo despertador. Si me falla y me duermo… Todo estará
perdido para mí.
-Tranquilo,
hijo mío. Sé que te he fallado muchas veces en el pasado, pero te aseguro que
voy a salir ahí afuera y a traerte el mejor despertador de la ciudad.
-Gracias
mamá. Confío en ti.
Y así,
tras una dura búsqueda de casi cinco minutos, la madre vuelve a casa, con el
cabello cubierto de nieve y un paquetito entre las manos.
-Mamá… ¿Por
qué esa nieve si estamos en julio? ¿Y como has tardado tan poco? ¿No habrás ido
al chino de abajo y..?
-Sssht,
silencio hijo. Confía en mí. ¿A qué hora tienes que despertarte?
-A las
dos de la tarde.
-¿?
-En
punto.
De
acuerdo, hijo. A las 14:00 sonará. Te lo prometo.
Quince
años después:
La Tierra
se ha convertido en un erial insalubre después de la última guerra. Los
supervivientes ahora trabajan como esclavos para el señor del mal que domina el
mundo. En algún lugar indeterminado, una hilera de estos esclavos trabajan
a pico y pala en una excavación. El
niño, que ahora ya es un hombre, trabaja con las manos despellejadas y la
espalda surcada de marcas de latigazos. Frente a él, un guardia vestido de negro
y con el emblema del “Señor del mal”, vigila que no descienda el ritmo
disparándole pequeñas sacudidas eléctricas. El niño, que ahora ya es un hombre,
se encara a su torturador.
-¿Por
qué? ¿Por qué me ha tocado un destino tan cruel?
Entonces
su vigilante levanta la visera de su casco, revelando el rostro de uno de sus
amigos de la infancia y le responde encogiéndose de hombros:
-Ah.
Haberte presentado a ese examen de Esbirro del mal.
Espectacular y sobrenatural. ¿Ese minuto no sería un pliegue en el espacio tiempo que solo ese despertador podía calcular?
ResponderEliminarPrecioso giro al final del relato...
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