martes, 22 de marzo de 2016

De brazos y krispy chickens.



Hoy tocaba extracción de sangre. Es lo que pasa; uno se hace mayor, le aparecen ciertos achaques, el médico quiere asegurarse de que todo está bien, y pichazo toca. Y no es que me preocupe. Soy camionero; un camionero del norte. Soy resistente al dolor, al desprecio de las mujeres y al mal tiempo (aunque sin ponerle buena cara). Por eso cuando ha tocado mi turno, he entrado con la cabeza alta y andares elegantes en la sala de extracción.

Dentro habían cuatro habitáculos. En el primero había un doctor de esos viejos y feos que siempre están nerviosos porque el único aliciente de su trabajo es salir a fumar y recibir los inexplicables elogios de bellas enfermeras; en el segundo un joven enfermero con cara de susto; en el tercero una señora teñida de rubio con cara de odiar a todos los seres vivos de la tierra; y en el cuarto… oh en el cuarto… La chica más dulce y delicada de la creación. Joven, bella, cándida, tierna… Una sonrisa que iluminaba la sala entera, dando calor y confort a cuantos enfermos se cruzaran con ella. Y yo, plantado en la puerta, deseando que me mandaran ante ella.

-          J. Capdemut… J. Capdemut… Al número cuatro.

Y así floto hasta sentarme frente a ella, la miro, me mira, me arremango con decisión y dejo caer mi brazo peludo y musculoso, sobre la mesa, haciendo retumbar los mismos cimientos del hospital. Le sonrío pero no parece impresionada. Y empieza el ritual: Cinta de goma en el brazo, algodón empapado en alcohol y un primer pinchazo. Duele. Vaya si duele. Pero yo no pierdo mi sonrisa segura y aguanto. Ella saca la aguja, la clava de nuevo, la vuelve a sacar y la vuelve a clavar. “Es que no encuentro la vena” se disculpa, y yo le respondo que “Tranquila, tómate tu tiempo”, aunque en realidad pienso que “¿Cómo es posible si tengo las venas tan hinchadas que esto es como pinchar un canelón con un palillo?”. Y así sigue el ritual durante un buen rato; la chica busca y busca, clava y retuerce, las venas se le escapan como arena mojada entre los dedos… Y duele. Al final, cuando mi brazo tiene el aspecto de una hamburguesa de pollo, se da por vencida y me pide probar en el otro brazo. Me siento tentado de hacerme la extracción yo mismo, pero intento mantener la sonrisa, que ya no engaña a nadie, y me arremango tímidamente. Voy a morir.  El otro brazo sufre la misma suerte de pinchazos y tortura y cuando me pregunta si me duele, le digo algo así como “No, pero creo que me estoy ma re a n d…

Cuando me despierto estoy en una camilla con los pies en alto. Noto un peso extraño en el pecho pero mis brazos y piernas parecen flotar, lo que es una sensación extrañamente agradable. La enfermera mayor viene y me mira con cara de asco. Saca una jeringuilla y me saca sangre en dos segundos y sin ningún dolor. Igual habría sido mejor que me tocara el número tres después de todo… Cuando me levanto, por fin, busco con la mirada a la joven aprendiz, pero no está. Seguro que ha llegado otro al que no le importaba que convirtieran su brazo en una masa de carne amorfa. Y así, derrotado y humillado salgo de la sala, ante la mirada burlona de abuelas y otras gentes de índole diversa, mientras ella, la dulce joven, estará cabalgando hacia la puesta de Sol junto con alguien más hombre que yo.

11 comentarios:

  1. La carcajada del día... ¡gracias Josep!

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  2. Ellas los prefieren sin pelo...tal cual. La imagen de un brazo peludo me atormentará esta noche. Gracias.

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  3. No hay que fijarse en si la doctora es una malcarada, vieja y con odio por la humanidad, hay que fijarse en la docente que tiene al lado, te lo digo yo que una vez me tocó el pito una doctora clase 3 mientras una clase 4 miraba. Fue un infierno...

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    1. ¿eso se puede calificar como "menasuatrua"?

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    2. Si una no te toca no es menasatruá. Lo de Giga Trol es muy triste.

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  4. Realmente la enfermera 3, era tipo 4 cuando era joven. Cuando aprenden a pinchar, ya no están para tontunas.

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