viernes, 24 de junio de 2016

Un sueño preelectoral.



Año 2021. En algún lugar de la sierra de Aitana (Alicante)
Asomo la cabeza fuera de la cueva y antes de salir, compruebo que mis ropajes hechos con piel de liebre no dejen nada impúdico a la vista. No debería preocuparme, pues ser ermitaño hace que uno pueda prescindir de ciertos modales, pero la fuerza de la costumbre suele prevalecer. Camino durante más de media hora buscando bayas y lagartijos para comer, siempre alerta por si aparecen intrusos no deseados, pero en un momento de abyección, me sorprende la voz autoritaria de (claro) la autoridad. “¡Quédese quieto y no se mueva, ciudadano!”. Y ante semejante redundancia, sé de quienes se trata antes siquiera de mirarlos. Pero a pesar de eso los miro y veo a cuatro señores vestidos de naranja, con gorra y gafas de sol. Todos ellos tienen el mismo rostro y llevan armas así de estilo futurista, pero no mucho, que estamos en el 2021. “¡No soy ningún ciudadano, clones idiotas! Cogedme si podéis.” Pero apenas he corrido diez metros cuando una descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo y caigo al suelo inmovilizado.

Cuando recupero la consciencia estoy atado frente a mi cueva mientras los agentes (al final eran seis) me miran con la misma expresión idiota. Uno de ellos sale del interior con un saco lleno con mis escasas pertenencias. “Esto estaba lleno de libros” dice casi con asco, y todos me miran de nuevo como si fuera un monstruo. “Es un podemita, seguro. ¿Quién si no se interesaría por la cultura?” Entonces uno de ellos me pone de pie y me obliga a caminar detrás de ellos. “Hay que socialdemocratizarle* cuanto antes. Su sola presencia podría causar graves problemas.

*La “socialdemocratización” fue una ley impuesta en el 2020 por la cual todos los ciudadanos debían someterse a un lavado de cerebro y a una operación de cirugía estética para parecerse al gran líder Albert Rivera y así crear una sociedad más española basado en los valores clásicos  y de paso, gastar menos en cuchillas de afeitar.

Cuando llegamos al centro de control provincial, me meten en la sala de conversión y me llenan la cabeza de electrodos. Pero antes de que comience el proceso lanzo mi último grito de guerra. “¡Podréis controlar mi mente, pero nunca controlareis mis esfínteres!” Los clones se miran y suspiran. Es verdad que podría habérmela currado más. Pero a estas alturas ya… qué más da.

Cuando despierto estoy en un pisito de algún lugar de la capital. Me miro en el espejo y ya soy como todos. Un imberbe sonriente con cara de no haberse metido nunca una raya. Pongo la tele y solo hay fútbol y toros. Pero no está tan mal. El toro no sufre. Al toro le gusta que lo maten porque si no, se extinguiría. Qué bella paradoja. Y qué bonita la cultura de verdad.

Adoremos al liiiiider...

5 comentarios:

  1. ;DDDDDD. Me parto. ¡sólo quedan cinco años! Hay que empezar a buscar cuevas, que si no estarán todas ocupadas cuando queramos encontrar alguna que quepan tantos libros.
    Estas pesadillas son producto de las hondas mentales nocturnas que envían desde Venezuela y Corea Norte, para meternos miedo. Suerte que acabaron con el emisor Iraquí, si no, soñarías con Leticia Sabater.
    ¡Muy divertido!

    ResponderEliminar
  2. Todos con cara de catalán facha... maldito engendro... eso es antinatural!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo antinatural es que los gays puedan ir y besarse por la calle.
      (Comentario patrocinado por el nuevo gobierno electo)

      Eliminar