sábado, 8 de octubre de 2016

Una tarde en las carreras.



Hace un número indeterminado de semanas, acudí con mi hija a un velódromo a ver “una cosa que hacían”, sin tener muy claro qué era un velódromo. Debo reconocer que soy algo ignorante en el tema deportes y guiándome por el nombre del lugar, pensé que se trataría de luchas de gladiadores o algo así. Cuando empezaron a salir tipos en bicicleta me llevé un chasco, pero como ya había pagado las entradas, nos quedamos a verlo.
 
Oh sí. La diversión personificada.
La cosa es que era una especie de carrera sin obstáculos ni nada que pudiese hacerla interesante, donde media docena de señores pedaleaban como si eso les fuese a solucionar la vida (debo decir por la cantidad de asistentes que éramos y la escasa emoción de los mismos, que no iba a ser así) con la esperanza de ser los primeros en dar un número determinado de vueltas y así poder sentirse superiores a los otros. Lo que viene a ser el deporte, vamos. 

Y ahora, a título personal debo decir que siento cierta repulsión por los movimientos circulares en general. Es decir, cuando algo se va, da la vuelta y vuelve, me parece que no ha hecho más que perder el tiempo y la energía. No tengo nada en contra del que va, hace algo y luego vuelve, ya que eso es lo normal. Pero ir con el pretexto de poder volver, me enerva. Es por ello que no me gustan los tiovivos ni las atracciones de feria en general y ya que estamos en el tema, las carreras en circuitos cerrados. Pero esto solo ha sido una aclaración. Vamos a seguir con el asunto.

En un momento dado mi hija, que por lo visto no se aburría tantísimo como yo, señaló a uno de los ciclistas y me dijo “Mira papá, ese les está ganando a todos”, a lo que yo le respondí “No está ganando. Es que va tan lento que los otros están a punto de doblarle” Y es que el tipo era malo de cojones. No sé si tendría un mal día o es que ese deporte tiene tan pocos adeptos que tuvieron que rellenar con un ciclista mediocre, pero la cuestión es que llevaba casi una vuelta de desventaja y por ello a mi pequeña le había parecido que era el primero.

Y fue entonces cuando una luz brillante penetró a través de las nubes y me iluminó (debo decir que solo podía verla yo porque de lo contrario habría llamado bastante la atención) y apareció un gigantesco brazo robótico que alargó el dedo índice y tocó suavemente mi frente, otorgándome un instante de inspiración divina antes de desaparecer. Y lo comprendí todo. Bueno, todo no, pero comprendí algo. De repente me di cuenta de que el caso del ciclista podría aplicarse a muchos otros ámbitos de esta vida. Podría ser que hubiera gente tan sumamente inepta en este mundo que a nuestros ojos inexpertos pareciera brillante. Podría ser que estuviéramos a casi una vuelta de ventaja de aquellos a los que creemos mejores en algo y por ello no reparáramos en su ineptitud. Quizás Einstein no fuera tan listo al fin y al cabo sino más bien un megaidiota que hacía garabatos en una pizarra y que personas mucho más inteligente que él, la gente mediocre, los hubiese interpretado y transformado en algo lógico. Podría ser que las ovejas del rebaño estuviesen obedeciendo al perro simplemente por no saber que los perros son animales mucho menos capaces de cuidar de ellas que ellas mismas.

Entonces me levanté de mi asiento de plástico y miré a la gente de mi alrededor. Carraspeé y me preparé para revelarles la verdad con un discurso que me convertiría en su líder absoluto; en la oveja reina del rebaño. Pero cuando comencé a hablar, me di cuenta de que llevaba la bragueta abierta y al subírmela perdí toda mi majestuosidad y supe que no me harían ni caso, así que me senté otra vez a mirar la carrera. En algún lugar del cosmos, una entidad cibernética sobrenatural, sacudía la cabeza.
Para mi, las bicicletas lucen mejor por la calle.

2 comentarios:

  1. Hay algunas modalidades más divertidas. Interesante reflexión. Si los mediocres son lo que destacan el resto son los "guays". ¿dónde quedan los que no compiten?
    Buen material fotográfico.

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  2. Los q no compiten son los listos q pueden disfrutar tranquilamente sentados de vistas como la del final.

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