Antes
de comenzar con esta entrada que presumo estará llena de prejuicios y
menosprecios a personas que ni tan solo conozco, quiero dejar claro que no
tengo nada en contra del color amarillo en sí mismo, ni estoy influenciado por
supersticiones derivadas del mundo de la farándula ni nada por el estilo. El
siguiente artículo/reflexión hará referencia exclusivamente a personas que
poseen vehículos amarillos, léase coches y no a ningún otro uso de ese color.
¿Claro quedado ha? Pues vamos al meollo.
A lo
largo de mi tediosa vida me he encontrado en varias ocasiones con personas
propietarias de coches de color amarillo. Y en todos los casos, he descubierto
un perfil extraño en esas personas, lo cual no sería alarmante en modo alguno
de no ser por el factor común del color de sus vehículos. Y aunque ahora podría
aventurarme a hacer un análisis exhaustivo de sus personalidades y de los
patrones de comportamiento compartidos, voy a quedarme con la palabra “especial”
como único calificativo y pasar a las experiencias vividas.
La
primera persona que conocí que tenía uno de esos coches amarillos del cual no
recuerdo el modelo ni la forma era una chica. Yo tendría 17 o 18 años y ella
uno o dos más; trabajábamos juntos y no teníamos demasiada relación, pero
recuerdo que llevaba el pelo muy largo, estaba delgada y tenía una expresión de
desprecio o asco permanente en su rostro. Era una chica muy extrovertida,
hablaba mucho y en voz alta y solía acompañar sus argumentos de movimientos
espasmódicos de sus brazos, que eran largos y finos, como ella. En una ocasión,
creo recordar que llovía, se ofreció a llevarme a casa porque yo no tenía coche
(ni carné) y descubrí que su forma de conducir era muy similar a la de hablar;
conducía a trompicones, acelerando innecesariamente cuando veía una calle recta
y frenando de golpe al llegar al primer cruce. Recuerdo que llegué a mi casa
mareado.
Mi
segundo encuentro con un vehículo amarillo fue unos años después, cuando
contaba con 22 o 23. Comencé a trabajar montando invernaderos bajo las ordenes
de un jefe que conducía una de esas camionetas con la parte trasera
descubierta. Amarilla. Él era un negrero fanático del trabajo duro y mal
remunerado y se movía a impulsos tan poderosos que podía cruzar un invernadero
de 200 metros en un segundo y volver a estar en el otro extremo en otro
instante. Estaba en todas partes, vigilándonos a todos a la vez, como un gran
hermano cocainómano. Y fue por causas del trabajo que tuve que ir de copiloto
con él en varias ocasiones y puedo asegurar que en todas ellas pasé miedo.
Conducía a toda velocidad y despotricando contra los otros conductores, los
cuales él consideraba que iban demasiado despacio y que deberían cederle el
paso porque obviamente, él iba con prisa, sus asuntos eran más importantes y
las carreteras habían sido construidas exclusivamente para él.
La
tercera vez que se cruzó alguien en mi vida con un coche amarillo yo ya era más
mayor, unos 26 años, y gracias a mis experiencias anteriores, creí apropiado
guardar distancias con el individuo, que era un musculitos de esos con los que
uno puede caminar tranquilamente hablando de lo bonita que está la iluminación
navideña y de repente y sin previo aviso te agarra del brazo y te reta a un
duelo de fuerza bruta cuidándose mucho de hacerte el mayor daño posible. Lo
dicho. Una persona especial que había que evitar en la medida de lo posible.
Pero
esto no es todo, ya que como soy una persona harto observadora, he podido
comprobar que las experiencias no del todo agradables con personas con esos
coches no eran exclusivamente mías. Viajes de bla bla car, autostops e incluso
relaciones sexuales en coches amarillos acababan con un sabor agridulce en los
paladares (y lo que no son paladares) de quienes se han encontrado con esas
personas especiales. Y aunque mi reflexión no debería ir más allá de este “La
gente que se compra coches amarillos es especial”, voy a proponeros un
ejercicio práctico para este fin de semana con el que os daréis de que todo
esto no son paranoias mías.
¡El
ejercicio práctico!
Acercaos
a cualquier lugar donde vendan coches de segunda mano y decidle al comercial
que queréis un coche cualquiera sin importar modelo, precio o COLOR. En ese
momento el hombre os examinará con su ojo crítico de vendedor y os daréis
cuenta de que por muchas vueltas que deis y por mucha libertad que le deis,
jamás nunca os ofrecerá un coche amarillo. Da igual que tenga siete en
exposición, de rebajas y que le digáis “Me gusta mucho éste, estoy dispuesto a
pagar lo que sea por él”, el tío hará como que no os ha oído y seguirá
evitándolos. ¿Por qué? Porque hay que ser una persona especial para conducirlo
y no os engañéis, pues si leéis este blog no lo sois.
Y la
conclusión.
Todos
los que llevan coches amarillos son reptilianos. No hay otra explicación. O
chonis, también podría ser. O quizás los chonis sean en realidad reptilianos
que se han disfrazado mal. Puede que nunca sepamos la verdad, pero a veces es
mejor así.
Los reptilianos han venido a llevarse a nuestras mujeres favoritas. Y lo sabéis. |
Me dejas de pasta de moniato... ahoramismo me vienen a la cabeza varias personas (o reptilianos) y todos ellos eran raritos... incluso me acuerdo que una vez buscaba a un conocido que tenia un coche amarillo y como no soy muy bueno con eso de los modelos de coches me meti sin pensarlo en otro coche amarillo para darme cuentanal entrar de que la persona con cara de asombro que estaba alli sentada mirandome con cara de ser victima de un atraco o de una camara oculta tb era muy rarita. Ese dia me subí a dos coches amarillos y no fue para nada un buen dia...
ResponderEliminarHacía mucho que no oía la expresión "Quedarse de pasta de boniato". Cosas de la geografía, supongo.
EliminarGracias por aportar otro caso.
Jajajajajaja
ResponderEliminarIncluso, Mr.Bean conduce un coche amarillo. Totalmente de acuerdo en esos prejuicios.
ResponderEliminarCiertamente. Aunque dudo que el señor Atkinson sea un reptiliano, es posible que eligiera ese color de coche para su personaje a sabiendas de que algo raro pasaba con esa gente.
EliminarSí, es el personaje es un ser bastante curioso.
Eliminar