lunes, 12 de abril de 2021

Me cago en... El café.

Ya que el blog está medio muerto, no creo que a nadie le importe que resucite una de las secciones menos aclamadas de su época dorada. 

 


El café es una bebida ponzoñosa de fuerte olor nauseabundo derivada del alquitrán. Su consumo por los seres humanos comenzó en los albores de la historia cuando lo utilizaban para embalsamar dinosaurios antes de enterrarlos, y cuando éstos se extinguieron, cayó en desuso durante más de mil años. Posteriormente fue utilizado como material de construcción para unir tablones de madera en la etapa previa a la invención del clavo, que a su vez no se utilizó debidamente hasta que no inventaron el martillo. No comenzó a utilizarse de forma regular hasta principios del siglo doce, cuando se administraba a los presos condenados por las mayores fechorías a modo de tortura, y posteriormente tal práctica se reintrodujo a principios de siglo, durante la primera guerra mundial, aprovechando que eso de los derechos humanos estaba muy infravalorado. Hay documentos que datan de esa época en los que se asegura que los primeros intentos de fusión del átomo se hicieron con granos de café, siendo así el primer borrador de la bomba atómica una “bomba de café”, cuyo diseño se conservó para diseñar las primeras cafeteras, aunque se discute si ya poseían asa o no.

A mediados de siglo, durante la segunda guerra mundial y viendo que todo se iba al carajo, algunas personas especialmente sensibles comenzaron a consumirlo en pequeñas dosis, acompañado de leche o azúcar para hacerlo más soportable, con la sana intención de acortar sus vidas de forma significativa, costumbre que fue adoptada por el grueso de la población, dando así origen a las primeras cafeterías, que sustituirían a los fumadores de opio al igual que hoy sucede con las casas de apuestas respecto a las librerías. La comunidad científica, médicos y biólogos en su vanguardia, tratan de entender el fenómeno y de advertir a la población en vano, que parece más preocupada en disfrutar de pequeños momentos de tortura onanística a preservar sus cuerpos y mentes intactos, ya que el café provoca un falso estado de lucidez en su consumo debido a la exaltación de las papilas gustativas a causa de su sabor y a la forzosa digestión expeditiva tras su consumo.

Hay personas que aseguran que hasta que no se toman un café, no son personas, lo que significa que probablemente nunca lo hayan sido.

 

 

A la memoria del gran Ambrose Bierce.

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