martes, 20 de octubre de 2015

Percepción (Paternidad 40)



Una de las cosas más sorprendentes que le pueden suceder a un ser humano cuando ve el rostro de su hijo/a al nacer, es darse cuenta de que el niño/a de los compañeros de habitación es feísimo. Siempre pasa. A mí me ha pasado dos veces, además. Una por hija. 

Lo primero que se le viene a uno a la cabeza es que efectivamente, la pareja de al lado han tenido un retoño feo y que estarán babeando de envidia al ver a la preciosidad que descansa en la cuna de nuestro lado. “Os jodéis” es lo que se suele pensar en estos casos y uno continúa con su vida. 

Pero es entonces cuando, paseando por el pasillo (¿Qué fue primero, el paseo o el pasillo?) vemos que todos los otros bebés con los que nos cruzamos, son feos; algunos mucho y otros más, y empezamos a pensar que ese hospital no es normal, que seguro que ha comenzado una invasión extraterrestre, complot intraterrestre o que por fin los reptilianos se han decidido a dar la cara; pero es entonces cuando, si somos listos (a mí me lo tuvieron que explicar) nos daremos cuenta de que este curiosos fenómeno se debe a que el hecho de compartir genes con nuestro hijo/a, altera de algún modo nuestra percepción para verlo más guapo. Y esta idea no es nada tranquilizadora.

Que nuestra percepción esté alterada implica dos cosas: Primero, que nuestro hijo/a también es feo/a, aunque no podamos distinguirlo. Y segundo que los otros padres con los que nos cruzamos ven guapos a los suyos y feos al nuestro/a. Tal revelación suele provocar cierta paranoia, lo cual hace que muchos padres acaben corriendo por los pasillos tapándose los ojos con ambas manos y precipitándose al vacío a través de grandes cristaleras. Pero que no cunda el pánico. En estos casos lo mejor es meterse en la habitación, correr las cortinas (¿Qué fue primero la cortina o la corrida?) y tratar de no fijarse en la expresión del otro padre cuando mire con cierta sorna a nuestro/ a pequeño/a mientras mece en sus brazos a una extraña lagartija azul.

Y encima hay que decirle que qué preciosidad, que es igualito a su padre.

2 comentarios:

  1. ¡Me encanta la foto! Me pregunto en qué contexto se publicaría originalmente...

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  2. Igualito, igualito.
    Yo también he tenido dos experiencias, pero la primera, mi criatura, no era preciosa, se parecía MUCHO a mí, su supuesto padre. Ahora esa criatura si que es preciosa, ya que se parece más a su madre.
    En la segunda experiencia si me pasó algo similar a lo narrado, otra vez, de forma magistral.
    Suerte que no nos acordamos del nacer.

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