viernes, 4 de marzo de 2016

Regalos de mierda (parte 11 de 284)



La habitación estaba oscura y en silencio. El niño, acostado en la cama desde hacía días, miraba los cuadraditos de luz de la persiana bajada, maldiciendo su brillo por recordarle que allí afuera la gente seguía viviendo sus vidas, como si nada.

Todavía recordaba la humillación sufrida por el regalo de mierda 10 y por ello no pensaba volver a ver la luz del Sol. Se convertiría en un Hikkomori de esos, ermitaño de su propio espacio y ajeno al mundo exterior.

Pero de pronto sus ojos aletargados captan un movimiento furtivo en su habitación. Una sombra cruza desde la puerta entreabierta hasta las cortinas con la velocidad y el sigilo de un ninja, y de pronto la persiana se levanta de golpe, con un solo tirón de correa, y la luz inunda el cuarto. El niño, cegado y asustado, se cubre los ojos con las manos y sisea de dolor como un vampiro sorprendido por el mediodía y cuando se repone, ve la silueta de su madre recortada contra la ventana.

-¡Mamá, que haces! –Le grita. –Déjame vivir mi nueva vida.
-Ya verás cómo te alegras con lo que te he traído. –Le dice ella sonriente. –Un juego de esos de unir los puntos y adivinar el personaje.
El niño se queda pensativo por un instante, y ella prosigue.
-Sé que te gustan mucho y  eso va a estimular tu inteligencia y tus dotes deductivas y…
-Vale, vale, mamá. Dame el juego ese y un lápiz y veré si lo puedo adivinar…

La mirada acusadora del niño hace que la madre agache la cabeza y salga de la habitación otra vez. Él se levanta de la cama y va a bajar de nuevo la persiana, pero descubre que su madre la ha levantado tan a lo loco que ésta se ha pasado de vueltas y ya no volverá a bajar nunca más. El niño se viste y se dispone a continuar con su antigua vida.

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