viernes, 4 de mayo de 2018

De influencers (y Rebeca Stones)


Sabéis que me apasiona el mundo de los influencers; esas personas que gracias a su presencia y difusión en redes sociales logran alcanzar el éxito en todo aquello que desean, llegando a ser escritores best sellers, actores de series de televisión, presentadores, protagonistas de cómics y videojuegos… Lo que viene a ser cagar oro, vamos. Pero no caigamos en la risa fácil, la descalificación y la envidia corrosiva ya que como he dicho éste es un tema que me apasiona y de forma positiva. Ahí va una pequeña explicación antes de entrar en el caso concreto del que voy a hablar hoy.

Un influencer (generalmente youtuber o instagramer) no recoge nada que no haya sembrado anteriormente, es decir que aunque esté en una posición privilegiada en cuanto a tocar el cielo, ha tenido que subir ahí arriba (y ahora tendrá que luchar por mantenerse) a base de esfuerzo. La mayoría de influencers deben retransmitir su vida prácticamente en directo, subiendo fotos y videos a la red a diario, casi en tiempo real, para mantener enganchados a sus seguidores, pero además ese contenido ofrecido debe tener cierto interés, ya sea a nivel humorístico, educativo (risas enlatadas) o directamente morboso. Hay casos de influencers realmente notables, algunos de los cuales han llegado a perder la vida para mantenerse ahí arriba (el tipo que se disparó en el pecho para demostrar que un iphone podía detener una bala [y por lo visto no podía] o el japonés escalador de edificios que se precipitó al vacío dos días antes de su boda), mientras que otros se mantienen ahí gracias a otros factores externos como por ejemplo, ser jóvenes y bellos. Y ahora si, entra nuestra protagonista de hoy.

Conocí a la protagonista de esta entrada (y digo conocí refiriéndome a que supe de su existencia) viendo el programa “Ja ja show” en el canal disnei con mi hija. Ella era la presentadora junto a otro chaval y ahí habría quedado la cosa si no se hubiese marchado, dejado una sustituta y yo no hubiese tenido que discutir con mi hija sobre si esa otra chica era otra o no. Menuda frase he construido… Pero no tengo aquí a mi correctora, así que adelante. Finalmente la busqué en google y descubrí que la presentadora que yo con razón afirmaba que había dejado el programa era una tal Rebeca Stones, famosa youtuber y autora de un par de libros que se vendían como churros un domingo por la mañana. Impulsado por la sana curiosidad decidí seguirla por Instagram y descubrí que lo estaba petando de mala manera alternando citas literarias y reflexiones con abundantes fotografías y videos de su cuerpo serrano. ¿Bien? ¿Mal? Eso lo dejo al gusto de cada uno mientras yo me declaro (como el oligofrénico de Cárdenas) de extremo centro.


Lavanda.
La flor de la constancia, de la firmeza y perseverancia que te ayudarán a conseguir todo aquello que desees, pero sobre todo, todo aquello que merezcas.

La cuestión, y verdadero motivo de esta entrada, es reflexionar un instante sobre hasta qué punto estos influencers, y rebeca Stones en concreto son conscientes de que su éxito no se debe a su trabajo únicamente si no a una imagen que venden (y algunos hasta prostituyen) a cambio de notoriedad y éxito, sin plantearse en lo necesario del mismo. En este caso concreto y tomando como ejemplo la foto expuesta de Rebeca (sin su permiso pero no creo que pase nada porque este blog lo leeis cuatro raros), podemos tener claro que no se ha puesto la ramita de lavanda donde se la ha puesto por casualidad, mientras que el dicho de la lavanda, sí, es muy bonito y tal, pero ella sabe y nosotros sabemos que una ramita de lavanda por si sola, no tiene tal poder. Un buen trasero… quizás si.

Ahí lo dejo. Buenas noches.

1 comentario: