lunes, 21 de mayo de 2018

¡Se nos caducan los cedeses!




Sí amigos. Habéis leído bien el título de esta entrada. Nuestros fieles cedeses, esos que compramos de jovenzuelos seducidos por la idea de que ese iba a ser el soporte definitivo para nuestra música, de tamaño ideal, diseño perfecto y de número de reproducciones en teoría infinitas… Se van al garete. ¿Y eso como es posible? Yo os lo explico.

Como ya cantaba esa bella canción que servía de cabecera para esa bonita serie de adolescentes psicóticos, “Nada es para siempre”, ni el pelo, ni los libros, ni el pan, ni los cedeses, que no iban a ser una excepción. Y es que por lo visto la información binaria de esos simpáticos discos de plástico viene grabada en la parte interna del dibujo que hay encima del cedé y la pinturilla en la que eso está escrito, aunque depende de la calidad de la misma, no es infinita. Dicho de otro modo (y haciendo un pequeño homenaje a nuestro querido presidente) es finita.

Finita como las hojas de los árboles.
Como el amor que se desvanece con el fin del verano.
Como la esperanza de aquellos que ven su camino truncado,
cuando tratan en vano de encontrar los pasos que la nieve ha cubierto.

Finita como el mismo universo.
Como las estrellas que se extinguen en explosiones silenciosas.
Como las galaxias que viajan a la deriva como barcos sin timonel,
cuando todos se han arrojado al mar presas del pánico a la tormenta.

Finita como el sentido de todo lo que es.
Como mis ganas de seguir adelante cuando todo pierde el sentido.
Como el viento que sopla en la cara de aquellos que no se preocupan,
cuando la vida demuestra que no queda nada por lo que morir,
más que ella misma, que es el todo y el nada al mismo tiempo.

Ahora miro mi colección, reunida sin prisas pero con dedicación y cariño y me pregunto cuanto más le queda. Si hay alguno por ahí que cuando lo ponga en el reproductor en busca de recuerdos de juventud me dirá que no, que error, que no se puede leer porque el tiempo pasa inexorable para todos.
Y mis cedés serán plástico inerte, mis libros papel quebradizo y mis imponentes músculos de escritor, polvo que llevará el viento. 

Al final ni transhumanismo ni pollas en vinagreta.

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