domingo, 9 de septiembre de 2018

Regalos de mierda 23 (la epopeya de los mapaches parte 4)


Nota del autor: Una de las cosas que más me sorprenden del hecho de escribir de forma pública, ya sea en libros o en los blogs, es el ver como algunas historias a las que no les he dedicado un gran esfuerzo gustan al público incluso por encima de otras que he pensado y trabajado más. Parece que esta “Saga de los mapaches” de esta sección que tenía casi olvidada que es “Regalos de mierda” está siendo uno de esos pequeños éxitos ya que veo la normalmente escasa audiencia de este blog notablemente incrementada. ¿Qué debería hacer? Normalmente sigo escribiendo hasta que la cago, pierdo calidad y la termino, y esta vez no veo por qué debería ser distinto, así que disfrutad de las andanzas del niño y su extraña familia mientras dure.


Diario de El Niño, entrada decimocuarta.
Llevamos casi un mes en esta choza maldita y las cosas no parece que vayan a cambiar. Todo en este lugar me da escalofríos, desde los sonidos de extraños animales que trae el viento hasta los ruidos retumbantes que se escuchan por las noches provenientes de los oscuros túneles excavados en el sótano. A veces parecen los pasos de alguna enorme criatura y la única noche que me atreví a acercarme a escuchar me dio la sensación de que se podía oír el mar más allá de la impenetrable oscuridad... aunque estamos a varias millas del océano. Otra cosa que me inquieta son los extraños rituales que se celebran periódicamente en el monolito que hay en la colina; y no es que los haya presenciado, pero una tarde que salí a buscar espárragos encontré un postit pegado en la oscura roca en el que ponía “Extraños rituales todos los miércoles de luna nueva. Se pasará lista”. Pero si hay un lugar que realmente me da escalofríos es ese viejo cobertizo de madera negra tras la casa, siempre cerrado a cal y canto y al que tengo expresamente prohibido por mi padre acercarme. Mi padre...
Mamá está normal, si este calificativo fuera aplicable a ella. Parece ignorar en qué lugar estamos y actúa igual que cuando vivíamos en la ciudad; sale a comprar con su carrito y vuelve a casa cargada de bayas y raíces, a veces algún conejo muerto y habla de cosas triviales como si nada hubiera pasado. Además sigue con sus regalos; esos regalos de mierda de los que parece tener un arsenal infinito y que utiliza cada vez que se da cuenta de que mi ánimo está bajo, que es casi siempre, aunque yo lo disimulo siempre que puedo. Lleva ya cinco años con la tontería y ya no creo que cambie.... Pero es mi padre el que me preocupa. Siempre ha sido un hombre callado e impasible, pero el vivir aquí parece haber acentuado esa característica. Está en paz, como si ese fuera su lugar y nada pudiera alterarle. Solamente cuando se nombra el trastero parece mostrar algo parecido al nerviosismo y se asegura de cambiar el tema a otros más amables como el buen tiempo que hizo ayer que casi no llovió, o lo bonitas que son las setas rojizas que crecen bajo el árbol retorcido.
No sé cuanto tiempo más aguantaré esta tensa e incómoda situación, pero estoy seguro de que si no sucede algo pronto, esto va a acabar mal.

Exctracto de diario recuperado de los restos calcinados de la antigua cabaña de Mierdaville en el interior de una mochila que quedó intacta. Se desconoce la fecha exacta de su redacción.



En la proxima entrada... ¿Qué sucedió en Mierdaville para que terminara convertida en una ruina humeante? ¿Que fue del niño y sus padres? La respuesta a estas preguntas y mucho más en”Regalos de mierda, la epopeya de los mapaches parte 5”

4 comentarios:

  1. Hombre!,Un cliffhanger! No podré soportar la EXPECTACIÓNNNNNNNN!!!

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  2. Maretameua quina angúnia i quines ganes de saber, au au
    Imagina si anvés de mapatxes fosen taus!!

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  3. Me alegro de que estéis sufriendo. Ese era mi objetivo desde el día que abrí el blog.

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