lunes, 15 de abril de 2019

De paraguas y mechones.


Ah, abril. Mes lluvioso e inestable, puerta de la primavera con sus alergias, sus insectos asomando las antenitas y sus momentos de calma. Abril es ese mes en el que uno pasea al sol bajo un manto de nubes y siente la lluvia que trae el viento desde otros lugares. Que bonito abril, me cago en la ostia ya.

Abril, decía. Necesito salir a comprar mi fasciculo de Warhammer Conquest pero al abrir la puerta me doy cuenta de que llueve, bastante, y aunque mi primer instinto es el de coger el coche (mi quiosco está en el otro extremo de la ciudad), me dejo llevar por mi romanticismo, imbuido por la primavera sin duda, y me hago con un paraguas. Es una herramienta casi en desuso, por lo que opto por un modelo clásico, color marrón, varillas puntiagudas y mango curvo de cuero de cabra lanuda de Madagascar.

Salgo a la calle y al principio todo va bien. Sopla un aire fresco que me obliga a cubrirme la cara con el paraguas para no mojarmela y avanzo con decisión y arrojo. Pero apenas he andado dos calles cuando noto un dolor punzante en un lado de mi cabeza. Un mechón de pelo (sí, me lo estoy dejando largo otra vez, qué pasa) se me ha enredado en el mecanismo del paraguas y me estira. Trato de desenredarlo sin dejar de andar y protegerme de la lluvia pero solo hago que empeorar la situación. Cada vez lo tengo más enredado y eso me obliga a llevar el paraguas más cerca de la cabeza. Finalmente desisto y decido que ya lo arreglaré con calma cuando llegue a casa.

Y al principio todo va bien. Camino sin llamar la atención y llego hasta el quiosco (en realidad un estanco, pero me gusta más la palabra quiosco) y al entrar comienzo a tener problemas. El lugar está abarrotado y los allí presentes comienzan a quejarse con pi aparición. "Cierra esto, trae mala suerte tener un paraguas abierto en un interior, donde vamos a parar, criminal me has sacado un ojo..." son algunas de las frases que oigo mientras pienso que qué tiquismiquis es la gente, como les gusta meterse en las cosas de los demás y hablar sin saber. Finalmente me hago con mi blister de primaris agressors flamethrowers y salgo de nuevo a la calle. Pero ya no llueve. 

Camino bajo el sol ante la sorprendida mirada de transeúntes que van de manga corta, chaquetas en mano y me observan entre curiosos y divertidos. "Que ya no llueve" me dice tímidamente un joven al que le respondo con un "no me cuentes tu vida" que siempre funciona. Camino hasta casa y entro. Misión cumplida.

Me meto en la ducha y es un fracaso, pienso que debería haberme llenado la bañera a pesar de que se gasta un 40% de agua mas. Me lavo los dientes, ceno y me acuesto. reconozco que me cuesta conciliar el sueño con semejante armatoste en la cama. Mi mujer protesta pero por suerte soy de sueño rápido.

Mañana siguiente, bostezo, estiro mis miembros y me lavo la cara. Me miro al espejo y compruebo que me falta algo. ¿Y mi paraguas? Corro a la habitación pensando que la noche habrá obrado un milagro desenredante pero no. El paraguas yace en una esquina del cuarto con mi mechón todavía atado a él. En la mesita de mi mujer unas tijeras y en su rostro dormido una sonrisa.

Miro por un momento ese objeto que por un día fue parte de mi y me siento un poco solo. Me han arrancado una parte que no estaba listo para despedir. Y ese mechón brillando con los primeros rayos de sol, languideciendo en una esquina. Que romance tan breve. Habrá que esperar a que el cielo llore de nuevo.

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