sábado, 6 de marzo de 2021

Kings in time parte 9 (y final): El final (obviamente)

 


En el pristilum de un precioso domus en medio del campo, dos hombres enemistados desde hacía siglos se observaban bajo el sol del atardecer. Era un bonito día pero parecía que entre los blancos muros del patio iba a librarse una batalla de condiciones épicas. Aunque Melchor no estaba tan seguro de ello, ya que no percibía a su rival como un adversario digno. Sultán era un hombre mas bien lánguido, de movimientos torpes y espalda algo encorvada. El hecho de vestir un traje con camisa y corbata no le dotaba de un aire demasiado amenazador, pero la confianza que reflejaban sus ojos era un elemento a tener en cuenta. Melchor se quitó al camiseta. Su fibroso torso mostraba no solo los músculos desarrollados a través de una vida de entrenamiento si no también múltiples cicatrices que atestiguaban sus muchas batallas. Golpes, cortes, arañazos, mordiscos, coletazos de dinosaurio… Cualquier hombre en su sano juicio se habría marchado corriendo de tal adversario, pero Sultán comenzó a reir.

-Jejejeje…

Melchor no dijo nada. De hecho casi no había dicho nada desde que entró por la puerta.

-Jajajaja… -siguió riendo César con mayor intensidad.

-¡Muahahahaha!

César soltó por fin una terrible carcajada que hizo que el cielo se oscureciera repentinamente y un rayo cruzó el aire, de arriba abajo, golpeando directamente a Melchor.

El estallido de energía iluminó el aire con un color rosado y el restallido eléctrico sonó como el látigo de un gigante. Melchor se retorció de dolor y cayó al suelo convulsionándose con el cuerpo humeante.

Sultán observó a su rival caído y se acercó a él, pero se detuvo cuando notó cierto movimiento voluntario en su cuerpo. Melchor se incorporó dificultosamente sin poder evitar cierto temblor en sus miembros.

-¿Qué...? –comenzó a decir-. ¿Qué demonios has hecho?

-Es una habilidad especial que tengo –le explicó Sultán con calma-. –Cada vez que rio a carcajadas cae un rayo por muy despejado que esté el día.

-Tu eres idiota Vibrus. Esto no es ninguna habilidad especial si no un efecto dramático de la narración. Esto es un fallo del autor de esta historia y no te puedes aprovechar de ello.

-No te metas con el autor, que bastante tiene con su trabajo y su familia como para perderse en detalles de esta índole.

-Hacerle la pelota no te servirá de nada –dijo Melchor recuperando dificultosamente su posición vertical. Su ropa estaba chamuscada y su cabello blanco de punta.

-¿Sabias que se levanta una hora antes de la cama para escribir estas cosas? ¿Eres consciente del sacrificio que hace?*

-¡Que dejes en paz al autor! –exclamó Melchor irritado-. Céntrate en el combate porque esta vez te voy a aplastar.

-¿Ah si?

Caius Vibus comenzó a reir, primero de forma suave y después aumentando la intensidad progresivamente hasta convertir su risa en una carcajada demente. El cielo se oscureció y el aire comenzó a crepitar con la energía que empezaba a condensarse. Entonces el rayo apareció pero en la décima de segundo que tardó en llegar desde las nubes al suelo Melchor se impulsó hacia adelante con una velocidad sobrehumana y evitó el impacto, aprovechando la carrera para plantarse ante Caius Vibus y golpearle en el estómago.

Caius Vibus se dobló sobre si mismo, dio cuatro pasos hacia atrás y cayó de rodillas al suelo, sin aliento.

-Co… co… ¿Cómo has podido evitar el rayo? –preguntó con dificultad.

-El salmón que remonta el río –respondió Melchor-. Una técnica ancestral que aprendieron los monjes guerreros durante sus meditaciones junto al río Mǎquán Hé. Consiste en concentrar toda la energía del cuerpo en un único impulso que…

-No me cuentes tu vida, oriental –dijo Caius incorporándose y alejándose trotando de él-. Puede que tengas técnicas para todo, pero yo tengo una última carta en la manga. Quizás un rayo no sea lo suficiente para ti, pero dudo que puedas evitar el infierno que se va a desencadenar sobre ti.

Caius Vibus alzó los brazos, levantó la cabeza y comenzó a reír como un demente. En el cielo, ahora completamente negro sobre la cabeza de Melchor comenzó a formarse una esfera rojiza de energía que absorbía la energía de decenas de pequeños relámpagos, creciendo con cada uno de ellos. Cuando la esfera tuvo el tamaño de un elefante africano adulto, Caius Vibus bajó los brazos.

-¡Ataca rayo globular!

Y efectivamente se desencadenó el infierno cuando la esfera comenzó a arrojar rayos de forma indiscriminada sin dejar lugar donde esconderse ni forma de predecir donde caería el siguiente. Entonces Melchor cerró los ojos, abrió las palmas de sus manos hacia el cielo y aspiró.

El cuerpo de Melchor comenzó a levitar de una forma casi imperceptible y pareció alcanzar la calma en medio de la tormenta. Los rayos parecían evitarle y fue él quien con un suave movimiento agarró uno de los zarcillos eléctricos con cada mano y se asió como si fueran cuerdas. Así suspendido en el aire comenzó a entrelazar los relámpagos que expulsaba el globo sobre él y trenzó algo similar a una sierpe de enorme tamaño que cando estuvo terminada adoptó la forma de un enorme dragón eléctrico. Melchor subió en su lomo y señaló a Caius Vibus.

-Despídete de este mundo Victus Cabrus. No puedes vencer a aquél que aprendió a cabalgar el Dragón de Trueno.

Caius Vibus no daba crédito a lo que veía. Cuanta más energía proporcionaba a su esfera mortal, más poderoso era el dragón que ahora Melchor dominaba, así que no le quedó otra solución que meterse corriendo en la casa y esconderse debajo de una mesa, pero ya era tarde. El dragón le siguió, quemando y destrozando todo a su paso, retorciéndose por las paredes y muebles, desintegrando la madera y la piedra con chasquidos de energía hasta que Caius Vibus, aquél que había viajado dos mil años hacia el futuro, quedó desprotegido ante su furia. El dragón abrió sus fauces eléctricas y le dio un mordisco de varias decenas de giga vatios. Después todo se desvaneció.

Entre las ruinas del lujoso domus solo quedaba la figura chamuscada de Melchor, tembloroso y agotado por el esfuerzo y el cuerpo tendido de Caius Vibus. Le daba un poco de pena el destino de ese pobre hombre, pero su ambición y locura le habían llevado demasiado lejos. Todavía respiraba y el vencedor se planeaba si acabar con él definitivamente o dejarle allí, abandonado a su suerte. Inhalando profundamente se agachó junto a él y levantó una mano, dispuesto a darle el golpe de gracia. Se había vuelto demasiado peligroso. Pero algo le detuvo. Unos pasos tras él le pusieron en alerta y al girarse dispesto a seguir luchando se encontró con sus compañeros, Gaspar y Baltasar que se acercaban caminando entre las ruinas.

-Ha sido espectacular eso del dragón -. le aplaudió Gaspar.

-Si. Es una de esas técnicas que cuando te las enseñan crees que nunca las vas a usar pero cuando surge la ocasión te das cuenta de que era totalmente necesario –respondió animado-. ¿Cómo me habéis encontrado, por cierto?

-En el futuro nos dijiste lo que había pasado y como no nos terminábamos de creer lo de los rayos y el dragón decidimos venir a verlo con nuestros propios ojos –respondió Baltasar.

-¿O sea que habéis estado ahí todo el tiempo? ¿Por qué no me habéis ayudado? ¡Podría haberme matado el psicópata este!

-Sabíamos que sobrevivirias.

-¿Pero tenéis idea de lo que duele que te caga un rayo? Es como meter los dedos en todos los enchufes del edificio a la vez.

Y entonces miraron al cuerpo tendido en el suelo. Caius Vibus estaba inconsciente pero se sacudía de vez en cuando con espasmos eléctricos residuales.

-¿Qué hacemos con él? –preguntó Gaspar.

-Hay que devolverlo a su tiempo –le respondió Baltasar-. Es la única forma de que encuentre la paz.

Y así el rey negro se agachó junto a Caius Vibus, le cogió de la mano y ambos desaparecieron de la vista, el espacio y el tiempo. Baltasar reapareció al cabo de un segundo detrás de ellos.

-Siento haber tardado tanto. Me he parado a ver una cosa –se excusó.

-¿Y ahora que hacemos? –preguntó Gaspar-. ¿Volvemos a casa?

-No –dijo Baltasar con solemnidad-. Tenemos que saltar hacia el futuro. Va a suceder algo terrible en este mundo y debemos encontrar una solución.

-¿Encontrar una solución implica que voy a tener que darme de golpes con alguna cosa enorme y peligrosa, verdad? –protestó Melchor.

Baltasar no respondió. Solo les cogió de las manos y desaparecieron.

FNI **

 

Nota hastiada del autor. Ya sé que esto tiene toda la pita de continuar, que alguna vez he hablado de la intención de crear un crossover reyes magos-Wonderland y que sinceramente, me gustaría tener las fuerzas y las ganas para llevarlo a cabo, pero seamos sinceros;  esto no creo que suceda nunca, a no ser que me toque la lotería a la que no juego o encuentre el editor al que no busco. Así que a partir de ahora vuelve la "normalidad" al blog con entradas irregulares en las que hablaré de cosas mundanas. Como siempre he hecho. Como tiene que ser.


*Era así en el momento de escribir estas líneas.

**Lo he puesto mal adrede ya que no creo que nadie llegue hasta este punto.

 

3 comentarios:

  1. Bueno, nadie se ha hecho rico escribiendo relatos Pulp y menos aún firmándolos. Ha estado bien el final, aunque hay varias erratas (y no me refiero al FNI). Cuando escribas te leeremos.

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  2. yo me quedo con el **, que augura futuro.
    Gracias por el relato.

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  3. Gracias a todos y todas (y todes) por leerme.
    A partir de este momento, regresará la "normalidad" al blog y ya iremos viendo como lo vemos.

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