martes, 30 de septiembre de 2025

Estanterías (Paternidad parte 53)

 


-Papá, necesito unas estanterías para poner mis libros -me dice mi mayor mirándome con cierta indiferencia, como si pedirme cosas fuese un derecho implícito determinado por su adn.

- ¿Otras estanterías? -le respondo con el horror absoluto de quien sabe que una vez más no va a llegar a fin de mes. -Si hace nada te compré una Bistrok Somerswagon que me costó casi tres semanas montar.

Y entonces vienen a mi mente difusas secuencias en blanco y negro en las que me aplasto un dedo con un martillo, me enrosco un tornillo norberg en la rodilla y me retuerzo un dedo del pie con la esquina de una pieza que no sé para qué sirve ni donde va.

-Ya lo sé, pero esa se me ha quedado pequeña -continua ella con normalidad. -La saga que me estoy leyendo ya va por el decimocuarto tomo y la autora acaba de anunciar que sacará cinco más antes de navidades.

-Pero si estamos en octubre.. ¿Como puede alguien escribir tan rápido si a mi me cuesta ya varios meses publicar una página aquí.

-¿Aquí donde? ¿Ya vuelves a hablar con ese supuesto público que no existe?

-Deja eso y volvamos a lo importante… ¿Donde vamos a meter otro mueble/ librería? Si es que ya no te quedan paredes en casa, no puedes acumular tanto trasto, tienes que deshacerte de lo que ya no uses, guardar para el futuro, invertir en…

Y es en ese momento cuando el tiempo se detiene y me doy cuenta de que me he convertido en mi ex-esposa cuando me decía que ya estaba bien de tanto rol y tanto warhammer, que esos muñecos de Goku ocupaban demasiado y que para qué seguía comprando cedeses si ahora todo iba en emepetreses… Y de pronto me veo flotando sobre mi mismo y vuelo de habitación en habitación mirando tanto tebeo, tanto libro, tanto cacharro inservible… Y me doy cuenta de que quizás ella tenía razón, que para sentirse uno mismo no hace falta tanta cosa material y sí más conexiones personales, que lo importante es el afecto, la familia, los amigos y en definitiva en hacer el bien y renunciar a todo aquello que pensamos que nos define pero en realidad solo nos ancla, nos atrapa y nos aísla en nosotros mismos.

Así que cuando vuelvo a mi cuerpo la miro y ella me mira y le digo algo como:

-Vamos a ver si quitando la nevera podemos poner esos libros. Total, ahora viene el fresquito y ya prácticamente no la usaremos.


viernes, 5 de septiembre de 2025

Un instante de paz

 

Me acuesto sobre su regazo y cierro los ojos. Ningún sonido externo enturbia mis pensamientos más allá del canto de los pájaros y el motor de algún coche lejano atenuado por la brisa de esa tarde especialmente fresca de verano. No tengo muy claro donde estoy pero no me importa. Huele a hogar, a comodidad y a seguridad, y me siento como si el tiempo se hubiese detenido en un lugar indeterminado del pasado.

Sus manos acarician mi cabello con cuidado y oigo su voz diciéndome que me relaje, que después de las tormentas el cielo queda limpio y aparece el arco iris, que cuando tenga hambre me preparará algo para merendar y que si me aburro podemos ir a pasear por el campo. Pero no tengo hambre ni malestar alguno. Solo quiero quedarme quieto en ese instante de paz absoluta y disfrutar de la sensación de ingravidez.

Y poco a poco lo voy recordando todo, en sucesiones de imágenes tan veloces que solo soy capaz de atisbar momentos fugaces en los que viajo lejos de mi mismo, en los que conduzco una bestia de hierro que se alimenta directamente de mi alma, momentos de amor y felicidad empañada por el vaho de la culpa y la incertidumbre; corazones rotos incluyendo el mio, noches de sueño interrumpido por falta de aire, hoteles junto al mar y libretas llenas de palabras, ilusiones y decepciones, soledad y despedidas.

Abro los ojos para mirar a quien me consuela y me encuentro con un rostro blanco como la cera, una calavera limpia de todo vestigio de vida coronada con una bien cuidada melena recogida en una coleta que se pierde tras su vestido de flores. Un rostro que reconozco perfectamente a pesar de los años, a pesar de la muerte que nos separa. Asiento y le sonrío y ella me devuelve el gesto complacida.

“Tot anirà bé, fill meu” me susurra antes de devolverme a mi espacio y a mi tiempo.